Los antifaces morados de los hermanos del Nazareno eran los primeros en abandonar, poco después de las ocho y cuarto de la tarde, la iglesia de África. Disciplinados, precedían el paso de la imagen, recibida por los soldados de la Legión y el himno nacional. La escena se repetía minutos más tarde. Eran, en esta ocasión, los antifaces de color verde los que anunciaban la inminente salida de la Virgen de la Esperanza.
La liturgia religioso-castrense se repetía un año más en el breve espacio que separa el templo católico de la Comandancia General. Los soldados entonaban la canción “El novio de la muerte” mientras los asistentes prorrumpían en aplausos.
Las dos imágenes rodeaban, en direcciones opuestas, la Plaza de África con el propósito, ya anticipado por la experiencia y la tradición, de volver a encontrarse frente al Palacio de la Asamblea. Los pasos se mecían morosos al ritmo de los tambores y cornetas del Tercio Duque de Alba.
Las imágenes del Nazareno y la Virgen se aproximaban la una a la otra a los sones del himno de Ceuta. La distancia se iba recortando hasta hacerse imperceptible en la danza que los costaleros dibujaban para subrayar la escena, celebrada entre aplausos y vítores de los asistentes.
El Nazareno y la Esperanza volvían a encontrarse.
