Digmun trabaja con 80 chavales

"A los menores de La Esperanza les duele que se les compare con los que deambulan por el puerto"

Las generalidades nunca son buenas y en el caso de los menores no acompañados que acuden a las aulas de inmersión lingüística de Digmun en el Centro de La Esperanza les duele especialmente que les miren y señalen por las calles como delincuentes cuando ellos han apostado por integrarse y adaptarse a través del aprendizaje del idioma.

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photo_camera Digmun trabaja con unos 80 chavales del centro / CEDIDA

A los Menores Extranjeros No Acompañados que viven en el Centro de La Esperanza y acuden a las aulas de inmersión lingüística de Digmun les duele que se generalice y se piense que todos los Mena son delincuentes. Así lo ha explicado una de los cuatro monitores de estas aulas, Mónica Gómez. Desde hace dos años, la asociación, tras un convenio con la Consejería de Educación, se hace cargo de enseñar español a los menores que viven en el centro. “Hay un grupo de chavales que no se integra y opta por salir a las calles, deambular por el puerto y delinquir pero la mayoría de los chavales, que viven en el centro de menores, tienen las mismas ilusiones y sueños de un futuro mejor, son educados y quieren estudiar”, comenta. Obviamente los hay indisciplinados y conflictivos igual que en el resto de centros educativos de cualquier lugar pero no son todos así. “Por eso, les duele que se piense que todos son iguales y sienten ese rechazo de la sociedad”, matiza. Y es que cuando salen a la calle a realizar algún tipo de actividad, “notamos las miradas y los susurros. Y he de decir que en todas las actividades que hemos hecho fuera del centro su actitud ha sido ejemplar”. Han participado activamente en actividades del Día de la Violencia de Género, de la Infancia, del Medio Ambiente o de la Mujer o realizando actividades deportivas, salidas al campo, o pintura de murales y carteles.

Y para muestra, un botón. Zacarías es alumno de estas aulas de inmersión lingüística. Es voluntario en Digmun con actividades lúdicas en los talleres del proyecto Integra2 de menores. Dinamiza los recreos formando parte de los juegos y hace de intérprete entre el profesorado y alumnos. Llegó de Marruecos en busca de una oportunidad para mejorar su vida, como Issha que se ocupa de un compañero enfermo al que su familia dejó abandonado en la frontera con una bolsa de pastillas colgada del cuello. “Nuestra labor también es visibilizar las ganas de aprender e integrarse de estos chavales y que la gente se dé cuenta de que no todos los mena son iguales”, puntualiza.

“Buscar la vida”. Con esa frase los 80 jóvenes que acuden a estas aulas justifican sus ganas de aprender, integrarse y adaptarse. Son conscientes de que sin el idioma es muy difícil poder trabajar en la península cuando deban abandonar el centro de menores. “Tienen muy claro que estas aulas son por su bien y para forjarse un futuro mejor”.

Gómez les enseña un español útil para que puedan coger un barco o un tren, rellenar un papel o tener una conversación por chat. En definitiva, que tengan una base para poder defenderse desde cualquier otro punto de España y forjarse el futuro que no encontraron en su país.