ahmed explica por qué y cómo llegó a la ciudad

"Pagué 1.800 euros por entrar en Ceuta en una barca de pesca"

La historia de este paquistaní de 32 años tiene un denominador común con el resto de los migrantes asiáticos que desde ayer se mantienen en huelga de hambre en la Plaza de los Reyes: dar un futuro mejor a sus familias aunque sea en la distancia.

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photo_camera Ahmed, de azul, comenzó su viaje desde Paquistán con su mujer y sus dos hijos (C.A.)

En silencio y en fila. Esta mañana encontramos al medio centenar de migrantes asiáticos concentrados en el lado opuesto de la Plaza de los Reyes mientras Trace baldea la que ha sido su cama durante la pasada noche. Desde ayer a mediodía permanecen en huelga de hambre y concentrados frente a Delegación de Gobierno. CONCENTRADOS PLAZA REYESQuieren que alguien les explique por qué no pueden ser trasladados a la península, como ocurre con los subsaharianos. Hasta que reciban una respuesta permanecerán en la emblemática plaza que ha visto otras muchas protestas. En 2014 durante seis meses fue el “hogar” de un centenar de sirios. Antes lo fue de un grupo de subsaharianos “y su cartones” y el pasado mes de enero los argelinos iniciaron también una huelga de hambre. Todas estas protestas tienen un denominador común: pedir el traslado a la península aunque en la mayoría de ellos se quedaron en protestas.

Ahmed tiene 32 años. Casado y con tres hijos. Antes de emprender su camino a Ceuta trabajaba en una tienda de ropa como vendedor pero su vida corría peligro. Su suegro no aceptaba el matrimonio de su hija y estaba amenazado de muerte por su cuñado por no compartir las mismas ideas políticas. Ante esta situación decidió abandonarlo todo. Vendió su casa por 7.000 euros e inició su camino acompañado de su mujer y sus dos hijos de 2 y 3 años. Consiguieron entrar en Marruecos con un visado pero antes de intentar llegar a Ceuta, Ahmed decidió que su mujer, embarazada, y sus dos hijos se volvieran a casa. “Era muy duro para ellos”, explica.

Ahmed estuvo tres meses y medio en Tánger hasta que consiguió un “pasaje” en una barca de pesca a Ceuta. Pagó 1.800 euros. “Pasé mucho miedo porque no sé nadar. Ninguno sabemos nadar”, comenta mirando al resto de sus compatriotas. Esta vía de entrada en la ciudad es la más utilizada por los asiáticos aunque también lo hacen en motos de agua o en coches. Ahmed lleva más de un año esperando y desesperando porque “no hay trabajo aquí. Los morenos no te dejan ponerte en ningún aparcamiento”. Él ha conseguido “hacerse” con una gasolinera donde limpia coches. Al día puede ganar unos 5 euros pero no es suficiente para poder mandar dinero a su mujer. “Mi padre y mi hermano están ayudando a mi mujer y mis hijos”, explica con una mirada perdida. “Estamos sufriendo todos. Ellos allí, lejos de mí y yo aquí sin poder hacer nada por ayudarles. Solo comemos y dormimos. No podemos hacer más en esta ciudad”, comenta.

ASIATICOSComo él muchos otros migrantes asiáticos se buscan la vida en una ciudad que les sabe a cárcel y donde los morenos (nombre con el que se refieren a los subsaharianos) no les dejan espacio para trabajar. Duermen en el CETI pero desde hace cinco meses comen fuera de las instalaciones. Su sueño es poder dar el salto a la península o a Europa. Ese es el caso de Mohamed de 28 años que quiere irse a Francia con un amigo. Él es de Bangladesh, como la mayoría de los acampados. Tiene dos hijos y desde hace dos meses no sabe nada de su familia. En su caso abandonó su país por problemas políticos y buscando una vida mejor para sus hijos.

Todos estos migrantes abandonaron sus ciudades natales, sus hogares, sus familias y sus costumbres por necesidad, miedo, desesperación o hambre. Como todos tenían sus sueños. Sueños que se han ido desvaneciendo con el paso de los meses en una ciudad sin oportunidades. Sufren por no poder ayudar económicamente a sus familias, por estar lejos de sus hijos y por no poder trabajar. Es lo único que quieren: ofrecer a sus hijos un futuro mejor aunque sea en la distancia.

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