Opinión

La pluma del Carnaval

Estaba dándole vueltas a un artículo sobre Carnaval, cuando nos ha sorprendido la muerte de un referente del concurso gaditano desde hace cuarenta años. Ha fallecido a los ochenta años doña María Llovet Muñoz, “María la Yerbabuena”. Mis viejas cintas de casete dejan testimonio de cómo cualquier repertorio que arrancara el aplauso y tuviera ese pellizco recibía el grito de “olé” y “¡qué bonito, hijo!” de María Llovet. Suyo era el grito que animaba desde el paraíso hasta los palcos para que al que no dijera ole se le secara la yerbabuena. Nació una leyenda que acostumbró al Falla a corear los piropos de doña María quien, por derecho propio, se ganó por gentileza del Ayuntamiento gaditano un palco propio, un gesto que era un reconocimiento a toda una vida dedicada al concurso.

Estaba dándole vueltas a un artículo sobre Carnaval, cuando nos ha sorprendido la muerte de un referente del concurso gaditano desde hace cuarenta años. Ha fallecido a los ochenta años doña María Llovet Muñoz, “María la Yerbabuena”. Mis viejas cintas de casete dejan testimonio de cómo cualquier repertorio que arrancara el aplauso y tuviera ese pellizco recibía el grito de “olé” y “¡qué bonito, hijo!” de María Llovet. Suyo era el grito que animaba desde el paraíso hasta los palcos para que al que no dijera ole se le secara la yerbabuena. Nació una leyenda que acostumbró al Falla a corear los piropos de doña María quien, por derecho propio, se ganó por gentileza del Ayuntamiento gaditano un palco propio, un gesto que era un reconocimiento a toda una vida dedicada al concurso.

Todos los autores andarán ahora preparando deprisa y corriendo su pasodoble fúnebre, aquel que habría bordado mi Joaquín Quiñones y que, de seguro, habría puesto en pie el patio de butacas. A partir de ya, todos se irán poniendo las pilas para preparar esa letra en la que se honrará su memoria con la certeza de que María ya se encuentra en la gloria junto a Paco Alba, Enrique Villegas y Pedro Romero.
La pluma en el carnaval se cotiza como un bien preciado entre  directores y grupos. Un repertorio con garantías, avalado por el renombre de su autor, puede servir de tarjeta de presentación a una agrupación a sabiendas de que una letra plena de frescura, entreverada de poesía y crítica, puede ser la llave para poner en pie al patio de butacas.  

Los hay que son auténticos poetas, genios a los que, en su locura, visitan las musas. Convierten en una delicia sus repertorios que, aderezados con la afinación de los intérpretes, convierte a la agrupación en pieza codiciada de cara a su contratación para futuras actuaciones por toda la geografía nacional.
Cádiz ha dado grandes autores que dejaron bellísimas piezas musicales, hoy considerados himnos de la historia del carnaval gaditano. Uno de ellos fue Antonio Rodríguez Martínez, quien ha pasado a la memoria del carnaval con su apodo, el “Tío de la Tiza”, y su tango, “Los duros antiguos”. Su sobrenombre lo debía a su costumbre de apuntar sus consumiciones con tiza en las mesas de madera de la tienda La Lonja de Cádiz.
Francisco Alba Medina, más conocido como Paco Alba, fue un músico, letrista y compositor de coplas de Carnaval. A penas sin advertirlo, gracias a la finura y elegancia de sus letras y a la calidad musical de las composiciones, llegó a ser reconocido como el creador de la comparsa y uno de los máximos exponentes de esta fiesta. Sus agrupaciones fueron premiadas muchas veces a lo largo de décadas por lo ingenioso de sus obras.
Su comparsa “Hombres del Mar”, considerada por muchos como la mejor de la historia, dedicó en 1965 una letra al vaporcito, un himno en toda regla que sería recordado por las siguientes generaciones. Alba recibió el Antifaz de Oro en 1969, máximo galardón que puede obtener un autor o intérprete del Carnaval de Cádiz.
Sobre estos dos grandes autores se cimenta la base del carnaval. Después fueron llegando don Enrique Villegas Vélez, Antonio Martín García, Pedro Romero Baro, Joaquín Quiñones Madera y, el revolucionario de la comparsa, Antonio Martínez Ares.
Con el avance de la fiesta y de los tiempos otros autores fueron llegando. Algunos instauraron nuevas rivalidades, como sucedió con Juan Carlos Aragón, Constantino Tovar, Jesús Bienvenido Saucedo y David Márquez Mateo.
Todos ellos son considerados plumas reconocidas del carnaval y espejo donde se mira la afición carnavalera.

Llegará la noche de los cuchillos largos, la que separa la alegría del llanto, el triunfo del fracaso. Será tiempo de escuchar el veredicto del jurado, el juicio que determina quiénes pasan a la final del viernes y quiénes no.

Quizás se escuche la palabra “cajonazo”, término que inventó el famoso autor de agrupaciones carnavalescas "El Quini" allá por los años cincuenta. “Cajonazo” se aplica a aquellas agrupaciones que, acreditando una calidad superior a otras que obtienen premio, quedan fuera de la final del concurso.
Nombrar a Cádiz en cada instante del repertorio es una constante si se quiere recibir el reconocimiento de la Tacita. Después, se puede disponer de letras que poder cantar en otras ciudades a temas de actualidad con el fin de que sean aceptadas por igual en todos los escenarios una vez clausurado el concurso.

Para terminar, una reflexión que nos legó Joaquín Quiñones con su comparsa “El Legado Andalusí”: “Pero si mi pluma se equivoca y algún año nombro otra, no tengas celos tu mi amor porque está loco este viejo trovador”.