Opinión

El secreto de las baldosas verdes

Desde luego, está visto que los caballas no somos muy inteligentes, porque si no que me lo expliquen…Todos sabemos que pasear por la calle real es un deporte de alto riesgo, ya que si nos descuidamos y pisamos una baldosa verde, lo más probable es que caigamos al suelo y nos rompamos la crisma.

Desde luego, está visto que los caballas no somos muy inteligentes, porque si no que me lo expliquen…Todos sabemos que pasear por la calle real es un deporte de alto riesgo, ya que si nos descuidamos y pisamos una baldosa verde, lo más probable es que caigamos al suelo y nos rompamos la crisma. Hasta aquí el conocimiento vulgar de los ingenuos transeúntes. Menos mal que nuestros próceres políticos nos han contado la verdad impidiéndonos caer en el error de considerar que las culpables de tanto hueso roto son las baldosas. ¡No… ellas son inocentes…la culpa es de los ciudadanos!

Y es culpa nuestra de los paseantes y no de las baldosas, porque como nos han demostrado con números desde la ciudad autónoma que aunque se han pagado 400.000 euros en indemnizaciones por caídas en la vía pública, solo son 80.000 euros (más o menos) lo que se ha indemnizado por caídas en las baldosas verdes. Luego…y lógicamente el problema es que no sabemos caminar, ya que el peligro está en toda la ciudad.

Luego y refiriéndonos únicamente a las baldosas verdes que ahora denominan a las pobres como asesinas, nuestros protectores políticos han hecho todas gestiones necesarias para superar dicho problema y así en un principio se procedió a rallarlas para evitar los patinazos. Recurso ineficaz porque los ceutíes seguíamos tirándonos al suelo cuando caminábamos sobre ellas. De esta manera y superada la primera prueba para evitar los resbalones, se pusieron en contacto con un hasta ahora desconocido instituto de la piedra. Instituto que una vez consultado explicó que la solución al resbalón pasaba por rociarlas con un ácido que las haría porosas evitando deslizarse sobre ellas.

Ni cortos ni perezosos y ante la seguridad de que era la solución definitiva, nuestros responsables se gastaron un cierto dinero en dicho acido regándolo generosamente sobre las baldosas verdes. Paso un día, pasaron dos y pasaron muchos más y las baldosas asesinas seguían atacando a los paseantes haciéndoles resbalar y caer con quebranto de sus huesos. Se ve que eran tozudas en su intento de diezmar la población real de caminantes sobre ellas. Y su lógica es aplastante… ¡A nadie le gusta que le pisen y ellas en legitima defensa se defienden como pueden

Todo esto no ha sido en vano, porque gracias a ellas hemos conocido que el problema no es de las baldosas, sino de los ceutíes, que dado que tan solo un cuarto de ciudadanos se caen en la calle real y los otros tres cuartos se caen en cualquier parte de la ciudad, se demuestra que… ¡La culpa es del ceutí que tiene la manía de tirarse al suelo, sea cual sea este suelo! Y esto no es todo, porque después de profundas y sesudas reflexiones los responsables de las baldosas, además de afirmar que nadie sabe quién las puso o encargo, resulta que ha averiguado que el problema es que los ciudadanos al arrastrar los pies lijamos las baldosas y las volvemos resbaladizas. Por tanto…ya sabemos quiénes son los culpables… ¡Los ciudadanos con su manía de pasear por las calles y tirarse al suelo!

            Esta conclusión salomónica ha sido un gran acierto, ya que conociendo quienes son los culpables, que  a nadie se le ocurra pensar que el problema es por la ineficacia de nuestros gobernantes…Vamos…hombre… ¡hasta ahí podíamos llegar! ¡Honor y gloria a las mentes privilegiadas que nos gobiernan!