Resulta extraordinariamente revelador que los líderes de los dos principales partidos conservadores españoles y uno de los representantes de la formación más consolidada de la extrema derecha coincidan en su deseo de desembarcar en Ceuta. Casado, Rivera y Ortega Smith andan preocupados por la salud de su electorado en unos tiempos donde ya nada resulta tan seguro como hasta hace no mucho lo había sido. La derecha busca votantes, aunque para ello sea necesario endurecer el discurso y seducir a electores con los que ningún dirigente del PP –poseedor antaño del monopolio de las marcas conservadoras- habría querido ser visto en público años atrás. Pero lo ultramontano repunta y, como sucedía en tiempos de Torrebruno, Rafaella Carrá y Celentano, lo italiano está de moda. Salvini es una marca de éxito, como Dolce & Gabbana, Ermenegildo Zegna y Giovanni Rana, líder del mercado de la pasta fresca.
Los líderes de la derecha, al menos aquéllos que se presumen más mesurados, (lo de Vox no tiene arreglo) deberían calcular primero el daño que pueden hacer a la democracia española si, como algunos indicios parecen corroborar, se lanzan al monte. Los tiempos están cambiando, y nadie está muy seguro de que sea para mejor.