Opinión

Vamos a hablar de palabras

La edad es como la lluvia que nos cubre interminablemente, cambiando el color de nuestros trajes. Porque la vida nos va cubriendo de años que como racimos nos llenan de recuerdos haciéndonos algo más sabios y viejos. A veces, según pasan los años tenemos menos vientos, pero más fríos. Porque en la vida se acumulan los años donde el tiempo sigue esperando ávidamente las ausencias y experiencias que nos van empujando.

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Y hoy, pasado algún tiempo, me ha requerido un amigo con una pregunta sorprendente: ¿Por qué no escribes sobre las nuevas palabras que estamos escuchando? Y luego me explicó: ¿Qué es eso de la ciclogénesis que se dice en nuestros medios de comunicación? ¡De verdad, que me ha hecho pensar! ¡Porque son muchas las palabras nuevas que nos rodean todos los días, creadas como algo inusual y sorprendente para los que de alguna manera manejamos todavía el lenguaje cervantino! No nos engañemos, antes decíamos “una tormenta de la leche”, y todos nos entendíamos a la primera: que la borrasca era de armas tomar. ¿Por qué, ahora, tenemos que explicar que es una ciclogénesis para que nos entiendan?

Pero no son solo esas expresiones las que estamos cambiando. Veamos. Antes veíamos una película de terror y cuando nos preguntaban solo decíamos:  ¡acojonante! Ni una palabra más y todos temblábamos de miedo. Ahora se dice: se te eriza el vello de los brazos y pasas momentos de angustia. Vamos, ni comparación, ya que con la segunda expresión nadie se entera de lo que hemos visto y pasado, es más que ya no les interesa verla porque no se les explica bien. A mí personalmente me gustaban más las explicaciones de las películas de piratas, porque quien la contaba cambiaba la historia con sus emocionadas palabras llanas y con ellas de la misma película soñábamos con otras mil, siempre nuevas.

Yo sigo pensando en las palabras de mi amigo. ¿Por qué no escribes sobre la nueva terminología? Y de verdad no he sabido que contestarle, porque se refería a los inventos lingüísticos de algunos medios que crean palabras nuevas de uso diario como “metrosexual”,  “ciclogénesis”, “catering”, “líneas rojas”, etc. ¡Y hay muchísimas más! Es más si hablamos de los artículos  “el”, “la”, “los”, es decir, “el” para el masculino singular, “la “para el femenino singular, “los” para el masculino plural, “las” para el femenino plural y “lo” para los neutros. Pues bien, ya nada vale. Ahora utilizamos palabras equívocas que no nos den mucho miedo pronunciarlas ya que si no nos pueden acusar de “homófagos”, es decir, caníbales o, en otro sentido, “misóginos”, es decir, odio a la mujer, y por eso procuramos evitarlas. En fin, estos son solo pequeños ejemplos, pero de todas formas, adiós al lenguaje cervantino.

Yo, personalmente, siempre me acordaré cuando teniendo 11 años y no más, en el colegio de jesuitas de Burgos se nos exigió una redacción sobre la pluma y un alumno de un pueblo cercano escribió: ”Una señorita muy elegante, que bailando sobre una pista blanca, escribe con la punta de sus zapatillas toda la historia que siente con su danza”. Y de verdad, nunca olvidaré la belleza de sus palabras, y eso que solo teníamos 11 años. Y tampoco olvidaré a ese niño de nuestra casa ceutí, que con menos años y en el colegio el día de la Constitución dijo cuando se le pregunto sobre ella: son unos mandamientos que recogimos en un libro para obligado cumplimento de todos. ¡Toma ya con la inocencia de la juventud!

Y ya termino, pensando que las palabras son solo eso, palabras, pero que las expresiones de nuestros niños siguen enseñándonos la verdadera realidad de lo que ellas significan y nada más. Solo los adocenados adultos podremos cambiar sus letras pero jamás su verdadero significado real.