El ceutí Guillermo Molina, capitán de la selección de waterpolo, dice adiós al combinado español. “Los Juegos Olímpicos de Río han sido los últimos para mí con la selección. Es un capítulo que hay que cerrar y dejar hueco a nuevos estímulos que es lo que a nuestra generación le va faltando después de muchas derrotas duras como las de Río”, ha explicado Molina en la rueda de prensa que ha ofrecido esta mañana en el CN Caballa con la piel de gallina y es que “bajar aquí es bajar al cielo”.
Tras su participación en los Juegos, Molina valora positivamente el juego del combinado nacional aunque “cuando luchas contra titanes es difícil ganar”, refiriéndose a su rival, Serbia. A nivel personal está contento “porque he dado todo” pero a pesar de ello cuelga la camiseta nacional. “Ahora mismo soy un tapón. Hay que dejar sitio a sabia nueva”, asegura rotundamente mientras mira a sus dos hijos y su mujer, “mis verdaderos managers que dictan mi vida”.
Deja la selección con la espina clavada de una medalla. “Una medalla olímpica debe ser la hostia pero sé que no puedo reprocharme nada porque lo he dado todo y he ganado mucho”. Preguntado sobre con qué momento se queda de su carrera con la selección no ha sido capaz de elegir aunque marca el Mundial de Melbourne como “un salto de calidad”.
Sobre su futuro, Molina lo tiene claro. “He firmado por tres años con el Pro Recco”, un club italiano de waterpolo con sede en la ciudad de Recco (Génova). Y más a largo plazo se ve “más en Italia que en España” ya que en ese país ha forjado una carrera y una vida. Le gustaría terminar sus días como entrenador pero para eso aún queda mucho mientras tanto seguirá disfrutando como jugador “que es lo que más me apasiona”.