Opinión

Vida sin Rajoy

Nadie podrá decir que el expresidente del Gobierno de España fue derrotado tras un arduo combate, que hincó la rodilla extenuado por la feroz resistencia opuesta al adversario, que vendió caro su rinconcito de La Moncloa.

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photo_camera Vivas y Rajoy, durante un encuentro en Madrid (CEDIDA)

Ha caído sin traicionar la filosofía que lo ha mantenido en las inmediaciones del poder durante casi cuarenta años. Nadie podrá decir que el expresidente del Gobierno de España fue derrotado tras un arduo combate, que hincó la rodilla extenuado por la feroz resistencia opuesta al adversario, que vendió caro su rinconcito de La Moncloa. El político gallego ha aceptado su particular tragedia shakespeariana sin mover un músculo. “Ya vendrán tiempos mejores”, ha debido de pensar.

Rajoy ha mostrado más templanza en la desdicha que muchos de sus colaboradores, empeñados en atribuir el súbito hundimiento del partido a un Satán apuesto y socialista que agita felón un rabo en cuyo extremo ondea una estelada. El expresidente del Partido Popular se ha mantenido impertérrito ante la desgracia, como la estatua de un prócer amenazada por la prodigalidad fecal de las palomas.

La actitud taciturna de Rajoy no es distinta a la que adopta el conejo que, sorprendido en mitad de la autovía, contempla estupefacto y estático cómo las luces cegadoras de un camión anuncian su final inevitable. La sentencia del caso “Gürtel” le ha pasado por encima al PP sin remedio.

Los deudos de Rajoy han de buscar ahora cómo afrontar el duelo. En lo que a Ceuta concierne, el discurso que presentaba al expresidente como el padre providencial empeñado en la salvaguarda del bienestar y la españolidad de las ciudades autónomas ha perdido toda eficacia. El presidente Vivas anunció hace unas semanas que no revelaría su futuro político hasta después del verano. El ceutí imaginaría, seguramente, una amable conversación de mesa camilla con su presidente nacional en cuyo transcurso le confiaría si, finalmente, presentaría o no su candidatura a las próximas municipales. Pero hoy, en Génova, no hay tiempo para demorarse en charlas de salón ni sutilezas parecidas. El tiempo urge y la necesidad de recomponer el partido acucia.

Vivas debe darse prisa y aclarar qué va a hacer. Porque si sigue el ejemplo de su admirado Rajoy puede acabar, también él, alfombrando el asfalto apisonado por los acontecimientos.