Opinión

El gran sorteo de diciembre

Bienvenidos a diciembre. El mes con mayores compromisos sociales del año que dan vida a aquella agenda que no sacaste del cajón en todos estos meses. Sobre todo porque hay un día que nos une a todos por igual. No queda mucho para que todos estemos nerviosos por el gran sorteo. Ese momento en el que vemos como una mano puede cambiarlo todo. Llevamos un año esperando que llegue ese día para poder hacer lo que siempre hemos querido hacer. Cuando perdemos la mirada sin saber muy bien qué estamos mirando, estamos transportándonos a ese momento anhelado por todos. Cada vez queda menos para el gran sorteo del Amigo Invisible.

Bienvenidos a diciembre. El mes con mayores compromisos sociales del año que dan vida a aquella agenda que no sacaste del cajón en todos estos meses. Sobre todo porque hay un día que nos une a todos por igual. No queda mucho para que todos estemos nerviosos por el gran sorteo. Ese momento en el que vemos como una mano puede cambiarlo todo. Llevamos un año esperando que llegue ese día para poder hacer lo que siempre hemos querido hacer. Cuando perdemos la mirada sin saber muy bien qué estamos mirando, estamos transportándonos a ese momento anhelado por todos. Cada vez queda menos para el gran sorteo del Amigo Invisible.

Normalmente siempre empieza de la misma manera. La persona más afín a la idílica ideología de Mr. Wonderful, es la que suele poner el tema sobre la mesa. Y por supuesto, ante el desinterés general, la que se encarga de realizar el sorteo. En los últimos años hemos sido testigos de grandes avances tecnológicos, pero el romanticismo de un sorteo con papelitos no se perderá nunca. Ese momento íntimo en el que alguien ha dedicado su valioso tiempo en recortar un folio A4 en los cuadrados exactos por el número de personas metidas en el ajo.

Al principio nadie quería entrar al trapo de jugar al Amigo Invisible, pero cuando nos damos cuenta que durante un mes tienes licencia para hacer cualquier cosa desde el anonimato, estamos hablando de otro juego. El juego de hacer aquellas cosas que siempre quisimos hacer. Todos hemos querido dejar post-it anónimos con algún mensajito subido de tono -rozando el acoso laboral- o regalarle chuches picantes al que siempre te pide el informe a cinco minutos de que termine el viernes.

Lo bonito del Amigo Invisible es que tiene cabida en cualquier círculo social. Hasta un grupo de whatsapp requiere mayor compromiso y relación entre las personas que lo forman. Pero este juego no, puedes hacer el Amigo Invisible con los compañeros de trabajo aunque haya algunos que no se conozcan entre ellos. Por poner un ejemplo, en la fábrica de maniquíes jugaron al Amigo Invisible, y Justino estuvo dentro del sorteo, sino de qué le iban a dar un décimo. Vaya cutre el regalo por cierto, pero si dijeron veinte euros cómo máximo y que ocupara poco, es el regalo ideal. Ilusos aquellos que os creísteis la bonita y entrañable historia. En realidad, el anuncio es un retrato social costumbrista sobre lo que ocurre en todos los ámbitos laborales de este país cuando se entregan los regalos en el Amigo Invisible. Todos celebraríamos con champán si sabes que tu regalo no es el peor de todos.

Y llegamos a uno de los temas candentes de este juego. El regalo. Al igual que tenemos un arquetipo social con el que se inicia todo esto, también lo tenemos para establecer las normas del regalo. Es la némesis del instigador del juego, aquella persona que se atreve a poner un presupuesto tanto por arriba como por abajo para comprar el regalo. Además, establece puntos calientes como prohibir regalos que se repitan de ediciones pasadas o recomendar las increíbles ofertas de la tienda de artículos de regalo de su prima la mayor. Que obviamente, tiene la tan preciada agenda 2016 de Mr. Wonderful.

En el Amigo Invisible es normal contar con un par de sublevados que proponen hacer artesanías cutres o poner dos euros de tope y comprar mierdas del chino porque sí. El culmen de la poca vergüenza, pero a priori la opción más atractiva por simple y cachonda. Cualquier mierda valdría para escurrir el bulto del Amigo Invisible y todos recibirían mierda. La opción más bolchevique del juego.

La denominación de Invisible no todo el mundo la entiende. He visto a gente dar una lista del Corte Inglés o incluso ofrecer su cuenta corriente, como si de un regalo de boda se tratase. Esta persona sabía con total seguridad que la persona a la que se lo daba todo hecho era su Amigo “Invisible”. Porque claro, si una persona filtra el nombre a otra y están jugando solo tres personas, poco lugar queda a la imaginación.

Llega el día. El calendario marcado de rojo acompañado de “Se ríen de mi porque soy diferente. Yo me río de ellos porque son todos iguales”. Esta agenda es como una inyección de heroína, te da un gran subidón en el momento. Parece que todo el mundo va a recibir su regalo, porque todos los envoltorios tienen su nombre puesto. Qué iluso eres Manuel. No sabes la que se te viene encima. Eso que ves como un sobre, no lleva dinero dentro sino la primera pista de la Gymkana. Tu regalo se acaba de convertir en el Grand Prix de invierno. Y sí, será la mejor parte del regalo, porque no avisaste de tu fobia a las alturas y ahora no sabrás que hacer con la maldita cajita de La vida es bella y su salto desde un puente en Albacete.

Si aún no sabes muy bien de que va todo esto, no te preocupes. Te quedan días, o incluso horas, para que en algunos de tus círculos sociales se alce un caudillo del Flower Power para instaurar el Amigo Invisible. No te voy a recomendar qué regalo comprar si en tu papelito pone su nombre. Te lo he dejado reservado en la tienda de artículos de regalo.