Opinión

Un gesto de distinción

Las sociedades humanas celebran sus glorias pasadas con arreglo a sus necesidades presentes. No se conoce ningún pueblo que conmemore los hechos de algún ancestro particularmente mastuerzo o de un pelotón de cretinos que, desorientado por los remolinos de polvo en el campo de batalla, acabara disparando contra el general de su propio ejército. Cuando celebramos a nuestros antepasados lo hacemos para quedar bien delante de nuestros contemporáneos.

Las sociedades humanas celebran sus glorias pasadas con arreglo a sus necesidades presentes. No se conoce ningún pueblo que conmemore los hechos de algún ancestro particularmente mastuerzo o de un pelotón de cretinos que, desorientado por los remolinos de polvo en el campo de batalla, acabara disparando contra el general de su propio ejército. Cuando celebramos a nuestros antepasados lo hacemos para quedar bien delante de nuestros contemporáneos.

Las autoridades portuguesas festejan la toma de Ceuta en 1415 como el amanecer de su empresa civilizadora allende los mares. Los españoles también guardamos grato recuerdo de nuestro pasado imperial. Es cosa connatural a la condición humana: todos sentimos por el joven lozano y vigoroso que un día fuimos más afecto que por el tipo arrugado y giboso que nos observa reflejado en el espejo. Con las naciones ocurre lo mismo.

Las autoridades portuguesas han llegado a Ceuta para conmemorar las gestas de sus antepasados. El propósito es noble por lo que representa de reafirmación de la identidad propia. Las autoridades ceutíes también dicen jactarse de un pasado glorioso. Pero al contrario que las portuguesas, no hacen nada para celebrarlo. Lo cual no estaría mal si se tratase de un gesto premeditado de elegancia, de una muestra de esa refinada discreción que empuja a los espíritus elevados a restar importancia a sus méritos. O a los de sus antepasados. Parece que no es el caso. Más que distinción parece indolencia.

Para ser justos, también debemos considerar a quienes no guardan ninguna estima a aquel acto de guerra que tuvo su escenario en Ceuta allá por el siglo XV. Éstos no tienen intención de hacerle fiestas. Son coherentes y no las hacen. Pero eso ha de ser motivo de otra reflexión.