Opinión

Es hora de escuchar a la gente

Pasó el 20D. Pues ya está. Ya se han celebrado las elecciones generales y aunque en este momento la principal conclusión es que no hay nada claro, era la fecha que todos estábamos esperando, unos con más ansiedad que otros. Unos comicios electorales, tildados de históricos, para decidir quién sería el que dirigiera el gobierno de este país durante los próximos 4 años.

Pasó el 20D. Pues ya está. Ya se han celebrado las elecciones generales y aunque en este momento la principal conclusión es que no hay nada claro, era la fecha que todos estábamos esperando, unos con más ansiedad que otros. Unos comicios electorales, tildados de históricos, para decidir quién sería el que dirigiera el gobierno de este país durante los próximos 4 años. No sabíamos a ciencia cierta el grado de fractura apreciado en la sociedad española durante este largo y casi eterno periodo de crisis. A tenor de los resultados, los ciudadanos no han castigado masivamente al partido que sostiene el gobierno, el PP, que ha sido capaz de emprender los tremendos recortes dejando a una mayoría de personas en una situación insostenible. Gracias a esta política anti social, la gente no solo ha perdido su trabajo o su vivienda, ha dejado a personas que pasan hambre y frio en muchos hogares, sino que en muchas situaciones desesperadas han pagado con sus vidas por haber sido desalojados de sus casas por esos que, para más inri, se han beneficiado de ayuda pública para no quebrar su podrido entramado financiero. Una crisis costosa y una grave factura social provocada por aquellos que no paran de obtener dividendos a costa del saqueo de lo público, los que se  aprovecharon de las reformas que han dejado un país muchísimo más pobre que cuando empezamos la andadura democrática, los que mienten a sabiendas que no hay crecimiento económico excepto en algunas cuentas bancarias de Suiza. Esos que se han dejado hipotecar por los grandes monstruos financieros y que les importa poco si la recesión afecta a las clases más débiles de las sociedades civiles. Todo tiene un precio y seguro que las complejas redes tejidas por el grueso del poder económico han servido de instrumento para eternizar sus beneficios ante una situación de desesperación tan compleja como injusta.

La victoria electoral, aunque sin la suficiente mayoría de la de derecha ultra liberal en España, esa misma  que culpa a otros de sus propios errores y los que se han convertido en enemigos de lo público, deja un periodo incierto por el margen tan escaso obtenido en las urnas. Según los propios interesados, es necesario pactar para conseguir formar gobierno, cosa que el PP sin amigos políticos, va a tener muy difícil. Nadie ha ganado: ha perdido la sociedad española en general y por goleada. Los dos grandes partidos, PP y PSOE, han obtenido un número de escaños adecuados a sus acciones e inacciones, y especialmente a la corrupción que no han querido reducir. No escuchan a la ciudadanía, y ahora sufren y lo que es peor, sufrimos las consecuencias. 

Ni PP ni PSOE quisieron reducir la excesiva presión que tenía la olla de España, generada por las demandas ciudadanas que eran y siguen siendo el resultado provocado especialmente por ambos partidos, los únicos que han disfrutado de mayorías absolutas, por no hablar de la suma de escaños de sendas formaciones. En vez de solucionarlo adoptando las medidas imprescindibles, taponaron la salida del vapor, y ya ven como hemos acabado.

 ¿Y cuáles son las consecuencias? La primera, entrar en un periodo de inestabilidad política que, en esta época de crisis, no nos convenía. Los ciudadanos que ya lo pasaban mal, lo pasarán igual o peor, pues la demora en la adopción de las medidas necesarias provocará un recrudecimiento de la crisis. Es tan evidente como la caída de los dos partidos, PP y PSOE.

La segunda, si no se adoptan urgentemente dichas medidas, especialmente las que conciernen a la instauración de una verdadera democracia (separación de poderes, reforma del régimen electoral, etc.) y a la lucha contra la corrupción, la inestabilidad política irá a peor, pues ambos partidos seguirán perdiendo votos. Puede darse un efecto domino, como el caso francés, basado en la aparición en la escena de la extrema derecha, separándose de los que hasta ahora los mantienen cómodos en las siglas del PP esperando dar el salto. En mi opinión, pueden empeorar el problema por muy diversos motivos.

Los partidos políticos tradicionales en España no son la solución a lo que padecemos, dado que son parte del problema. La ciudadanía debería entender que, sin esas necesarias medidas que se niegan a adoptar los partidos, no habrá solución. Y los partidos jamás tirarán piedras sobre su propio tejado, y se defenderán hasta el último aliento. Recordar a los que solo ven legítimo que Rajoy ocupe de nuevo la Moncloa, que 16 millones de personas no han votado al PP.

Es hora de escuchar a la gente. Es hora de dejar hacer política a favor de los ciudadanos, de todos y en contra de las imposiciones de las tramas mafiosas que se han consolidado en la Unión Europea en forma de gobiernos democráticos. La confluencia de partidos y mareas afines a los círculos de Podemos han obtenido unos buenos resultados y permite que el PP no pueda gobernar si no es pactando con otros que solo hace unos días pedían la cabeza del propio Rajoy.  Podemos no apoyará al PP “ni por activa ni por pasiva” y no habla de otras posibles investiduras o pactos. Decidido desde el principio, marca sus “5 líneas rojas”: convocatoria de un referéndum en Cataluña sobre su encaje en España, reforma constitucional para cambiar el sistema electoral y establecer una moción de confianza ciudadana al Gobierno a mitad de legislatura, blindar constitucionalmente los derechos sociales, asegurar la independencia de la justicia, y poner fin a las puertas giratorias, para que nunca más exministros y expresidentes estén en Consejos de Administración de empresas estratégicas. Sin duda lo que la democracia viene exigiendo desde hace ya unos años.

El pueblo ha hablado, es hora de escuchar a la gente.