Opinión

La humildad según el PP

La humildad es una virtud en franco declive. Hubo un tiempo en el que la gente humilde se dejaba achicharrar las canillas sin una sola queja, resignada a la eficacia de la hoguera y con la mirada, así, lánguida, puesta en el Creador. Juana de Arco era una muchacha humilde.

La humildad es una virtud en franco declive. Hubo un tiempo en el que la gente humilde se dejaba achicharrar las canillas sin una sola queja, resignada a la eficacia de la hoguera y con la mirada, así, lánguida, puesta en el Creador. Juana de Arco era una muchacha humilde.

Aquélla era gente digna de admirar, criaturas dispuestas a dejarse desollar vivas por no alterar el orden establecido, a beber cicuta con tal de no incordiar a sus conciudadanos, a pintarrajear los techos de la Capilla Sixtina sin darse pisto alguno entre los amigotes.

El Gobierno de la Ciudad se ha desdicho de su intención inicial de paralizar la tramitación del Plan General de Ordenación Urbana (PGOU). Según argumenta el ejecutivo de Vivas, tal retractación ha de interpretarse como un “ejercicio de humildad”.

Los populares han defendido durante las últimas dos semanas las bondades aparejadas a la suspensión del procedimiento, han expuesto las razones que avalaban tal resolución y han desmentido a aquéllos que censuraban la medida. Sin embargo, de un día para otro, el Gobierno da marcha atrás, olvida los argumentos que ha sostenido hasta hoy y, con la misma desinhibición, comienza a defender lo contrario de aquello por lo que ha venido abogando durante los últimos quince días. Y todo ello, a juicio del PP, no es sino una demostración pública de la humildad de la que están investidos los miembros del Consejo de Gobierno.

Anunciar públicamente y ante los medios de comunicación la suspensión del procedimiento del PGOU sin evaluar previamente las consecuencias que ello pueda ocasionar sobre la imagen de la localidad como destino inversor, conducirse de manera frívola con uno de los principales instrumentos de desarrollo económico y social de una ciudad, no consultar ni a los técnicos ni a las personas y sectores concernidos sobre el alcance de esta medida antes de abrir la boca es, sencillamente, un despropósito. Y corregirse no es un ejercicio de humildad sino un reconocimiento de la propia incapacidad.

Ser humilde es abrasarse en una pira sin decir ni pío.