Opinión

No nos van a invadir

El lenguaje no resulta inocente. Los fenómenos migratorios pueden ser observados con arreglo a muy distintas concepciones del mundo, del lugar que ocupamos las personas en él y de la responsabilidad que nos cabe con nuestros semejantes. Algunas de esta ideas podrán resultarnos más cercanas, otras absolutamente repudiables. Podremos considerar que nosotros tenemos la obligación ética de defender lo nuestro frente a los otros. Incluso es posible que asumamos como una certeza que las lindes que delimitan nuestro estado, nuestra patria, la nación (o como quiera usted llamar a este pedazo de planeta en el que vivimos) constituyen un bien moral en sí mismas.

El lenguaje no resulta inocente. Los fenómenos migratorios pueden ser observados con arreglo a muy distintas concepciones del mundo, del lugar que ocupamos las personas en él y de la responsabilidad que nos cabe con nuestros semejantes. Algunas de esta ideas podrán resultarnos más cercanas, otras absolutamente repudiables. Podremos considerar que nosotros tenemos la obligación ética de defender lo nuestro frente a los otros. Incluso es posible que asumamos como una certeza que las lindes que delimitan nuestro estado, nuestra patria, la nación (o como quiera usted llamar a este pedazo de planeta en el que vivimos) constituyen un bien moral en sí mismas.

Uno podrá creer en lo que desee conforme a su temperamento, formación o temple moral. Lo que no podemos hacer, lo que debería estarnos vedado, es adjudicar a quien está detrás del otro lado de nuestra frontera la encarnación del mal, de la amenaza permanente, del enemigo que tenemos la obligación de combatir.

El portavoz del Gobierno de la Ciudad, Emilio Carreira, ha advertido a los ceutíes de la necesidad de preservar su convivencia de la “invasión” de los inmigrantes. Carreira debería saber que la utilización de este tipo de lenguaje estigmatiza a unas personas cuya única pretensión es la de huir del hambre, de la persecución, en no pocos casos de la muerte. Nos resultan extraños, probablemente, porque su piel es negra. Bastaría con imaginarlos como vecinos autóctonos de Soria para que cambiara nuestra opinión sobre su suerte y la responsabilidad que en ella nos corresponde. Los inmigrantes no van a invadirnos. Los inmigrantes no son una amenaza. Los inmigrantes no son ilegales. La inmigración no es un problema.

Quienes ocupan un sillón en las instituciones deberían tener siempre presentes estas cosas.