Un poco de orgullo

Ceuta necesitaría un aggiornamento en no pocas facetas de su vida social. Hay algo rancio y demodé en muchos de los rituales públicos a los que hemos acomodado la costumbre y el gusto. En cierto modo, somos gente de palio y corneta. Todo un tanto antiguo.

Ceuta necesitaría un aggiornamento en no pocas facetas de su vida social. Hay algo rancio y demodé en muchos de los rituales públicos a los que hemos acomodado la costumbre y el gusto. En cierto modo, somos gente de palio y corneta. Todo un tanto antiguo.

Para que las cosas cambien basta con un poco de buena voluntad. Hoy se celebra el Día del Orgullo Gay, una ocasión inmejorable para mudar de hábitos.

Una bandera arcoíris tremolando en el balcón del Palacio de la Asamblea no sería mal comienzo. A sus pies, formados disciplinadamente, un grupo de músicos que atacan la versión de “Don’t leave me this way” de The Communards. Mientras, y a los sones sicalípticos de la pieza musical, la corporación municipal desfila bajo mazas sojuzgada por el ritmo trepidante que imprime el presidente, a golpe de pelvis y tacón, en cabeza de la comitiva.

Ni que decir tiene que a la ceremonia habrían de estar invitados los excelentísimos señores delegado del Gobierno y comandante general de Ceuta, representantes de las distintas comunidades religiosas de la ciudad (crisol en mano), los responsables de las fuerzas del orden en traje de gala, el señor diputado al Congreso, los señores senadores y, como añadidura, algún secretario de Estado ocioso reclamado a Madrid por el Gobierno de la Ciudad para tan señalado acontecimiento.

Y también, claro está, una representación de la sociedad civil en la que no podría prescindirse de los gerentes de las distintas empresas y sociedades municipales, los presidentes de la Cámara de Comercio y las organizaciones empresariales, la directiva al completo de la asociación ceutí de estilistas, peluqueros y coiffeurs y un tornero fresador, aunque esto último no resulte realmente necesario.

¿Excesivo? Puede ser. Quizás baste con un gesto, una declaración institucional, una bandera multicolor que ondee en la fachada del Ayuntamiento. Queremos estar seguros de que quienes gobiernan nuestras ciudades se apostan del lado de la defensa de los derechos civiles.

Y hoy es un día que ni pintiparado para demostrarlo.