Opinión

"Teníamos razón"

“Teníamos razón”. El ministro del Interior se sacude las motas de polvo adheridas a la bocamanga de su chaqueta en un gesto de suficiencia dedicado a sus colegas del norte. Miles de personas sin pasaportes ni credenciales han venido a avalar las tesis del ministro, según parece.

“Teníamos razón”. El ministro del Interior se sacude las motas de polvo adheridas a la bocamanga de su chaqueta en un gesto de suficiencia dedicado a sus colegas del norte. Miles de personas sin pasaportes ni credenciales han venido a avalar las tesis del ministro, según parece. Son aquéllos que desembarcan arracimados en las costas griegas e italianas, los que se apostan ante la frontera macedonia con las ilusiones y la vista puestas en El Dorado septentrional, los que estudian los flancos vulnerables de los camiones que, desde Calais, les conducirán al próspero Reino Unido.

“Teníamos razón”, se dice el ministro mientras escruta la empalizada que defiende la frontera de una Europa que cree sitiada. El Gobierno español considera que la Unión le debe una disculpa, que la displicente actitud de sus comisarios hacia la necesidad de observar los derechos humanos en la frontera se revela ahora frívola, precisamente cuando llegan tantos y hasta tan lejos. El ministro cree que el control de los flujos migratorios es una tarea que concierne a la Unión en su conjunto, una política común y decidida y, sobre todo, orientada a crear fronteras infranqueables, vallas defendidas con alambres de espino, sofisticados sistemas que disuadan a los extraños de aventurarse en el solar europeo.

Nada se oye en Europa acerca de una visión humanitaria y comprometida con la tragedia de millones de personas, de una política que se traduzca en acción y dinero para combatir la miseria y el horror en su origen, de una forma humana de conducirse. Los dirigentes europeos sólo advierten que están llegando muchos, y lo hacen con la extrañeza de quien no podría haberse imaginado jamás que tal cosa llegara a suceder. Ya están aquí. ¿Y ahora qué vamos a hacer?

Pase lo pase, nadie va a arrebatar al señor ministro esa satisfacción íntima que procura saberse en posesión de la verdad. “Es que teníamos razón”, festeja mientras observa el restallar de los rayos de sol sobre las cuchillas de las concertinas.