Opinión

La fatal arrogancia

Aseguraba Hayek que el gran error del socialismo estaba en su arrogancia, en la asunción de una supuesta superioridad que les permite conocer la realidad, toda la compleja realidad y lo que resulta aun más peligroso, tener la certeza de saber qué es lo que le conviene a la gente de esa realidad que por supuesto ignoran.

Aseguraba Hayek que el gran error del socialismo estaba en su arrogancia, en la asunción de una supuesta superioridad que les permite conocer la realidad, toda la compleja realidad y lo que resulta aun más peligroso, tener la certeza de saber qué es lo que le conviene a la gente de esa realidad que por supuesto ignoran. Por eso cuando la realidad objetiva les desmonta el discurso recurren al manido “no es eso, eso no es el socialismo” que viene a ser algo así como “si yo tuviera el poder, en mi infinita y universal bondad, lo aplicaría de forma perfecta”.

Pero lo cierto y demostrado es que el socialismo real, el aplicado, acaba siempre de la misma forma y que es incompatible con la naturaleza humana. Dice Edward O. Wilson, el naturalista experto en hormigas y padre de la sociobiología, que el socialismo es una teoría interesante pero aplicada a la especie equivocada.

Cuando Sánchez dice “la izquierda es todo lo opuesto a Maduro en Venezuela” miente y miente a sabiendas de que lo está haciendo. Lo de Maduro en Venezuela si es izquierda, es la izquierda real, aquella que surge cuando han conseguido desembarazarse de todos los mecanismos de control propios de un sistema democrático.

Es un hecho demostrado empíricamente que cuando la izquierda consigue hacerse con todo el poder y eliminar las odiosas trabas de los sistemas liberales, siempre, siempre, desemboca en ese desgraciado estado de cosas en la que viven los venezolanos desde hace un tiempo: autoritarismo, falta de libertades, checas y hambre. El hambre es una de las armas de control típicas de la izquierda real, una técnica leninista que consiste en impedir el libre mercado para que la única fuente de alimentos sea la cartilla de racionamiento, si dependes de la cartilla dependes del partido. En Venezuela le llaman “cartilla de la patria” y sirve para controlar la fidelidad al partido (la presentan en la sede del Partido Socialista Unido de Venezuela tras cada comicio electoral para demostrar su fidelidad al régimen) a cambio de unos exiguos beneficios alimentarios.

Esta es la izquierda real y ese es el horizonte al que aspiraban nuestros bolivarianos particulares, los muchachos y muchachas podemitas, esos que ahora andan en descomposición interna porque la ventana de oportunidad de alcanzar el poder se ha ido cerrando y ya no pretenden asaltar el cielo, se conforman con mantener sus privilegios como políticos de un sistema liberal al que odian. Por cierto, Sánchez parece olvidar que su predecesor, el socialista Zapatero, también es izquierda, esa izquierda que se dedica a blanquear previo pago a una dictadura sanguinaria, la misma que ha financiado a  sus actuales socios de gobierno.