Opinión

Antonio o Cucufato

La eficacia de las oraciones a San Antonio para dar con el paradero de los objetos extraviados revela una dimensión práctica de la fe religiosa. Las enseñanzas del santo y su pericia en el rastreo y hallazgo de las cosas que un día se dieron por perdidas deberían constituirse en inspiración para los gestores públicos. Hasta los santos son gente útil.

La eficacia de las oraciones a San Antonio para dar con el paradero de los objetos extraviados revela una dimensión práctica de la fe religiosa. Las enseñanzas del santo y su pericia en el rastreo y hallazgo de las cosas que un día se dieron por perdidas deberían constituirse en inspiración para los gestores públicos. Hasta los santos son gente útil.

Tenemos por lugar común la referencia al político desorientado y sumido en la estupefacción que, enfrentado a un problema cuya solución le compete, entretiene sus horas en la búsqueda de una idea que le proporcione una salida airosa del trance y, al tiempo, le ayude a preservar su reputación. Nuestro amigo (o amiga, que la inepcia no sabe de sexos) se desespera entre pesquisas estériles, se abisma en su perplejidad y se pregunta si, de entre todas las responsabilidades que le podrían haber sido asignadas, no acabó recibiendo la que daría la puntilla a su carrera política.

El trastornado protagonista de esta historia, que bien podría ser cierta, resuelve que la mejor manera de elegir el camino correcto en esta encrucijada es hincarse de hinojos y orar al santo. “San Antonio, ilumina a este pobre pecador”, rumia.

Pero, en plena revelación mística, el político desnortado advierte que bien podría estar incurriendo en un error de ponderación de la oferta que el orbe celeste brinda a los mortales en materia de encontrar cosas que no hay manera de saber dónde están. ¿Y si estuviera despilfarrando tiempo y rogativas en un negociado equivocado? ¿Qué garantías de éxito proporciona la invocación a San Antonio?

Y es aquí donde entra en juego San Cucufato, pobre mártir a quien durante siglos millones de cristianos han escarnecido con la celebérrima rima. ¿Elevaría su talla como administrador de la cosa pública recurrir a la complicidad del viejo santo? ¿Cuánto más fiable no habría de ser un cristiano que tras recuperarse de una evisceración y eludir la hoguera gracias a la intervención divina rogó al Creador que le permitiera morir mártir mediante el artesanal recurso al degüello? Y es que éstas son las pequeñas cosas que forjan el carácter de un hombre.

Y en ésas están el delegado y el presidente de la Ciudad, sorprendidos en plena deliberación. ¿Qué hacemos con Ceuta? ¿Qué camino habremos de tomar? ¿San Antonio o San Cucufato?