Opinión

Contra el terror

El vil atentado cometido este jueves en Barcelona reclama una respuesta cívica, preñada, probablemente, de indignación y furia, pero también de sensatez y cordura, dos excelentes antídotos contra el odio.

El vil atentado cometido este jueves en Barcelona reclama una respuesta cívica, preñada, probablemente, de indignación y furia, pero también de sensatez y cordura, dos excelentes antídotos contra el odio.

La amenaza del terrorismo es algo que nos concierne a todos, con independencia de la opinión o credo que cada cual profese. Esto, que habría de resultar de una obviedad palmaria, parece no quedar claro para muchos de los usuarios de las redes sociales quienes, emboscados en el anonimato, profieren enormidades que no hacen sino incrementar el dolor que en estos momentos aqueja a toda la sociedad española.

Durante los últimos años Ceuta ha sido escenario de multitud de operaciones policiales que se han saldado con la detención de activistas y proselitistas de las organizaciones que alientan el terrorismo internacional. Esta inquietante cercanía a los animadores del horror debería haber servido a los ceutíes para desarrollar una especial sensibilidad hacia los riegos que conlleva confundir lo que los asesinos dicen ser con lo que otros de nuestros conciudadanos son de una manera pacífica y decente.

Si aún no hemos aprendido esto, no hemos aprendido nada.

Tras el atentado de Barcelona, las redes sociales han comenzado a bullir con comentarios que resultan, aunque minoritarios, demasiado numerosos. Son una exaltación del odio. No cabe aceptar ni muestras de simpatía hacia los criminales (es abyecto amén de delictivo) ni invectivas malintencionadas contra una comunidad que, como la musulmana, no puede convertirse en la segunda víctima de los asesinos.