Opinión

Cuchillas

El debate en torno a la conveniencia de retirar las concertinas de las vallas de Ceuta y Melilla ha derivado en una controversia acerca de la seguridad de la frontera sur que resulta intelectualmente tramposa. Quienes mantienen la necesidad de mantener erizada de cuchillas la valla arguyen que su retirada implicaría algo así como un acicate para que los migrantes que aguardan al otro lado se lancen en tromba sobre la ciudad.

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photo_camera Migrantes encaramados a la valla fronteriza de Ceuta (C.A./ARCHIVO)

El debate en torno a la conveniencia de retirar las concertinas de las vallas de Ceuta y Melilla ha derivado en una controversia acerca de la seguridad de la frontera sur que resulta intelectualmente tramposa. Quienes mantienen la necesidad de mantener erizada de cuchillas la valla arguyen que su retirada implicaría algo así como un acicate para que los migrantes que aguardan al otro lado se lancen en tromba sobre la ciudad.

Tal argumento no es pertinente en el presente caso. La eliminación de las concertinas se plantea como una obligación moral y nada tiene que ver con la mayor o menor seguridad que puedan ofrecer las infraestructuras levantadas en la frontera para evitar la entrada irregular de extranjeros al territorio nacional. Las cuchillas ocasionan heridas terribles y dolorosos padecimientos a muchas personas a las que deberíamos contar entre aquellas a las que tanto los santos como los revolucionarios han reconocido desde siempre como los desheredados. Causar daño al débil es ilícito, inmoral y repudiable. Y aquí debería parar el debate en torno a las cuchillas de las vallas de Ceuta y Melilla.

Quien quiera plantear la necesidad de reforzar las fronteras frente a los flujos migratorios debería hacerlo sin sugerir que existe algún escenario en el que el uso de cuchillas para herir a la gente resulta aceptable. Trump y Netanyahu han ideado colosales empalizadas, inatacables para cualquier escalador, que constituyen impecables ejemplos de ingeniería. Si eso es lo que se desea, propóngase. Y entonces podrá plantearse el verdadero debate: ¿cuál ha de ser la política migratoria que han de adoptar España y la Unión Europea? ¿Debemos seguir levantando muros o idear propuestas nuevas para afrontar un fenómeno que, de seguir así, acabará desbordándonos más pronto que tarde?

Pero antes de que nos pongamos a hablar de todo esto, retiremos las concertinas.