Opinión

España

¿Somos los ceutíes gente exigente en el juicio que nos merecen las personas públicas cuando aluden a los símbolos que nos representan, cuando nos atribuyen convicciones que quizás no sean las nuestras, cuando exaltan las esencias de lo que presuntamente somos? El senador Estradé, hombre de lengua larga y discutible discreción, ha sacado de sus casillas al presidente popular Juan Vivas y, como resulta ocioso precisar, a todos sus correligionarios.

¿Somos los ceutíes gente exigente en el juicio que nos merecen las personas públicas cuando aluden a los símbolos que nos representan, cuando nos atribuyen convicciones que quizás no sean las nuestras, cuando exaltan las esencias de lo que presuntamente somos? El senador Estradé, hombre de lengua larga y discutible discreción, ha sacado de sus casillas al presidente popular Juan Vivas y, como resulta ocioso precisar, a todos sus correligionarios. Recordemos que Estradé aludió a Ceuta y Melilla como “vestigios coloniales” para criticar la práctica de las devoluciones en caliente en sus fronteras.

No consta que el Cid y Don Pelayo se removieran de indignación en sus respectivas fosas al escuchar las palabras del senador catalán. No era necesario. Ya lo hacía por ellos Vivas sobre el colchón viscoelástico del dormitorio familiar.

La santa ira llevó al dirigente popular a mentar conciliábulos, atribuir indignos propósitos disgregadores y a desvelar la hiel acumulada en los abismos del alma de aquéllos que nacieron con el abyecto propósito de mancillar a España. Y así todo el rato.

Vivas considera que las palabras de Estradé (quien, no olvidemos, deslizó su perla en el contexto de la crítica hacia una práctica como la de la devolución en caliente cuya legalidad y moralidad resultan harto dudosas) constituye el peor de los agravios. Estradé tiene la boca grande –no hay discusión al respecto- pero su crítica a las deportaciones sumarias en la frontera no constituyen ningún insulto para los ceutíes.

Cuando Estradé o cualquier otro denuncian la conculcación de los derechos humanos en las fronteras de Ceuta y Melilla está lanzando un reproche al Gobierno de España, no a los ceutíes y melillenses comunes, entre los cuales, muy probablemente, habrá muchos que compartan esa opinión.

Ceuta es España del mismo modo que Tegucigalpa es Honduras. Y los ceutíes son tan responsables de las acciones de su gobierno como los tegucigalpenses de las del suyo.   

Y, a propósito, quienes no salen en procesión detrás de la Virgen de África, no sienten el pecho tremolar con los sones del “Novio de la muerte” y juzgan que el cardado de Rita Barberá resulta excesivo también son españoles. Quizás tengan peor gusto, pero son españoles.