Opinión

Límites

Un vídeo en el que se observa a una pareja practicando relaciones sexuales en la vía pública ha obtenido una gran audiencia a través del whatsapp. Las implicaciones de este “éxito” deberían hacernos reflexionar.

Un vídeo en el que se observa a una pareja practicando relaciones sexuales en la vía pública ha obtenido una gran audiencia a través del whatsapp. Las implicaciones de este “éxito” deberían hacernos reflexionar.

Las imágenes muestran a un hombre y una mujer sentados en un banco. Un numerario del Opus ayudaría a describir la escena con una narración en la que no faltarían las alusiones a los “pecaminosos instintos”, los “lúbricos manejos” y la “salaz encarnación del Maligno”. Usted se hará una idea.

La conducta de los involuntarios protagonistas de la grabación podrá juzgarse inapropiada, y seguramente lo es. Existen lugares más cómodos y discretos para tales ejercicios. Pero lo grave viene después.

Hacía horas que el vídeo había corrido de móvil en móvil. Pero a los usuarios de whatsapp, a lo que se ve embelesados con esta pieza de soft porn, no les bastaba. Tras el vídeo, comenzaron a difundirse fotografías de la pareja en distintos lugares de la ciudad. En una de ellas podía verse a ambos tomando un café en un establecimiento público. En otra, el hombre era fotografiado en la estación marítima. Dos personas condenadas al escarnio público porque, sencillamente, a algunos les ha parecido gracioso que fueran filmados en tan embarazoso trance.

Produce inquietud cuando no miedo. Ni siquiera la Stasi, con toda su compleja organización de espías y confidentes, habría sido capaz de someter a un seguimiento tan estrecho a dos ciudadanos.

Da escalofríos pensar hasta dónde podemos llegar.