Opinión

El paso

La apertura del paso de El Tarajal II continúa siendo la referencia que exorciza cualquier crítica a la situación de explotación y abusos que viven los centenares de mujeres que a diario transitan por la frontera, doblegadas por el peso de los fardos y de la indiferencia.

La apertura del paso de El Tarajal II continúa siendo la referencia que exorciza cualquier crítica a la situación de explotación y abusos que viven los centenares de mujeres que a diario transitan por la frontera, doblegadas por el peso de los fardos y de la indiferencia.

La inauguración del nuevo paso fronterizo parece encontrarse más cerca que nunca. Aunque aseverar tal cosa cuando se habla del Tarajal II siempre resulta aventurado. En todo caso, la apertura definitiva de este acceso permitirá evaluar su incidencia efectiva sobre los flujos de personas a través de la frontera.

Sea cual sea la aportación del nuevo paso a la reordenación de la frontera, la apertura del Tarajal II supondrá, sin embargo, la pérdida de un valioso recurso retórico para las autoridades. Cualquier incidente que a lo largo de los últimos meses ha puesto en evidencia la calamitosa organización e infraestructura de la frontera traía consigo una inevitable referencia al inasequible nuevo acceso. “Cuando se abra el paso, todo mejorará”, confiaban los responsables públicos.

El Gobierno de la Ciudad ha explicado en el pleno ordinario de la Asamblea celebrado este lunes la demora en la implantación de medidas contra los excesos sobre las porteadoras en el retraso de la apertura del acceso fronterizo, siempre tan útil para justificar la inacción.

Si el Tarajal II abre próximamente, la Delegación del Gobierno y la Ciudad lo celebrarán. O quizás no.