Opinión

Reputación

El comportamiento de las navieras no hace sino reafirmar su pésima reputación entre los ceutíes. Da la impresión de que las compañías ya ni siquiera se inquietan por la imagen que puedan ofrecer a sus principales clientes. No es un lastre para sus negocios.

El comportamiento de las navieras no hace sino reafirmar su pésima reputación entre los ceutíes. Da la impresión de que las compañías ya ni siquiera se inquietan por la imagen que puedan ofrecer a sus principales clientes. No es un lastre para sus negocios.

La decisión de Baleària de suspender una de sus salidas desde el puerto de Algeciras este lunes –jornada de masiva afluencia de los usuarios de sus servicios debida al final del puente del primero de mayo- es buen ejemplo de esta indiferencia con la que las navieras tratan a los ceutíes. Sin encomendarse ni a dios ni al diablo, la compañía resolvió que sería una gran idea privar a los centenares de viajeros que se hacinaban en el puerto de Ceuta de uno de sus barcos. Sin explicaciones, sin compensaciones, sin la más mínima deferencia.

Lo triste es que no es la primera vez que ocurre un incidente de este carácter. Y volverá a repetirse sin duda. Porque las navieras ya han aprendido que puedan actuar con la más absoluta impunidad, haciendo prevalecer sus intereses empresariales sobre los de la comunidad a la que sirve, aun cuando ello implique incumplir sus compromisos con sus clientes. Cualquier otra empresa dedicada a cualquier otra actividad en cualquier otro punto del país que osara mantener un comportamiento semejante no soportaría la presión de sus clientes ni daría abasto para abonar las multas que, desde luego, acabaría imponiéndole la administración. Aquí, sin embargo, no sucede nada. Nunca.