Opinión

Trabajadores

Los trabajadores de Arasti Barca parecen ser rehenes de las “extrañas” relaciones que mantienen la dirección de la empresa y la Ciudad. Si las autoridades locales se condujeran con mayor rigor en sus contrataciones, quizás las cosas funcionarían mejor y los asalariados no estarían sometidos a la incertidumbre de desconocer si cobrarán o no sus salarios.

Los trabajadores de Arasti Barca parecen ser rehenes de las “extrañas” relaciones que mantienen la dirección de la empresa y la Ciudad. Si las autoridades locales se condujeran con mayor rigor en sus contrataciones, quizás las cosas funcionarían mejor y los asalariados no estarían sometidos a la incertidumbre de desconocer si cobrarán o no sus salarios.

Arasti Barca proporciona al ICD los socorristas y monitores de piscina que trabajan en los pabellones Díaz Flor y Guillermo Molina. La empresa continuó desempeñando esta labor aun cuando el contrato suscrito con la Ciudad ya había expirado. El reconocimiento extrajudicial de deudas fue el expediente al que recurrió el Gobierno local para satisfacer los pagos que tenía comprometidos con la empresa.

Después de advertir que no pagaría a sus trabajadores hasta que la Ciudad no regularizara sus deudas, Arasti Barca rectificaba este viernes y prometía abonar los salarios. Mientras, la Ciudad permanece indiferente a la suerte de la plantilla y se escuda en problemas administrativos que impiden satisfacer el pago de las facturas pendiente de abono.

Probablemente, si se fuese más escrupuloso con los procedimientos administrativos, los asalariados, la parte más débil del entramado, no tendrían que ver condicionada su economía a las diferencias que su empresa pudiera mantener con la administración.  Y la Ciudad debería preocuparse por la solidez financiera de las empresas a las que contrata. El retraso en el pago de una factura no puede justificar que los empleados no cobren.