Opinión

La visita

La entrada en la ciudad de más de 400 jóvenes subsaharianos ha dado pie a una reacción inusual de las autoridades españolas. El Ministerio del Interior ha enviado con carácter de urgencia a la ciudad al secretario de Estado para la Seguridad, José Antonio Nieto, actitud insólita si se considera que estos episodios migratorios no resultan nada infrecuentes en esta parte del mundo.

La entrada en la ciudad de más de 400 jóvenes subsaharianos ha dado pie a una reacción inusual de las autoridades españolas. El Ministerio del Interior ha enviado con carácter de urgencia a la ciudad al secretario de Estado para la Seguridad, José Antonio Nieto, reacción insólita si se considera que estos episodios migratorios no resultan nada infrecuentes en esta parte del mundo.

La solicitud de los responsables de Interior podría interpretarse como una escenificación de la preocupación que embarga al Gobierno central por el drama humano de la migración, sobre todo en estos tiempos, agitados por los fantasmas de los autoritarismos, la exclusión y la xenofobia. Lamentablemente, Nieto ha venido a recordarnos, una vez más, cómo nuestros gobernantes continúan percibiendo los fenómenos migratorios como una amenaza y un problema de orden público.

A pesar de su bisoñez en el cargo, el secretario de Estado no ha olvidado hacer suyos los hábitos y terminología de sus antecesores. Nieto ha vuelto a presentar la entrada de los migrantes como un “asalto” y un “ataque”. Nada nuevo.

La escenografía dispuesta, con un gabinete de emergencia constituido para evitar las acechanzas del enemigo y tomar medidas para prevenir nuevas acometidas, insiste en el lenguaje y la concepción bélicas que el Gobierno no cesa de utilizar cuando de hablar de inmigración se trata.

Además, la obstinación de la Delegación del Gobierno en hurtar al conocimiento público lo que ocurre dentro del Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes resulta ya irritante, sobre todo para los medios de comunicación locales, a los que se mantiene a raya sin una explicación razonable.