Opinión

Antes de que te vayas

Era un domingo como los de antes, ya había cumplído treinta años, cuando me fui del hogar que forjaste con papá. Un largo recorrido he vivido, donde he traído hasta tu rincón de los sentimientos tantas historias que te dieran admiración, alegría, tristeza o melancolía.

Un domingo de votaciones, cerca de la casa y cuando las urnas se llenaban de la sabiduría del pueblo que te vio nacer, llegó el momento de levantarme para comer y le decía a las compañeras, mi madre me va a poner de comer.

Sentados en la cocina, como en otrora, que sapiencia y sabiduría contarme los recuerdos de mi vida mientras la mesa replicaba hoy tienes oro en paño.

Recuerdos de como la abuela Anica conoció a tu padre en el cine Cervantes, yo en el gallinero y tu padre en el patio de butacas mirando para arriba.

De cómo tu abuelo, en aquellos tiempos de principios de la democracia, pedía un resguardo de haber votado no llegaran a pensar que por no votar le iban a quitar la paga.

Aquel rincón de la misma pared donde una mañana de hace treinta años tu padre y yo llorábamos porque un hijo se iba a vivir la vida con todo un mundo por delante.

Y llegaba a pensar que el mundo, por vivir más allá de las puertas de mi hogar, sería un camino de rosas y laberinto de pasiones. He navegando por mares en calma, con aguas trevueltas y temporales, pero te he traído por las puertas hasta tu regazo dos niñas y una de ella me ha hecho hasta abuelo.

Y hablando de mi abuelo, hoy te traigo el comienzo de una pasión. Si el jardín de los enamorados, el bar jardín y la plata argentina, diera su nombre, mi abuelo Bernardo le dijo a mi abuela, Anica, que sitio más bonito he cruzado y he pensado en ti. Va para mi madre, para las madres, una flor de las que cubren el manto del jardín, que se convierte en eterno de tantísimos años de amor a la vera de los mares, a quien les escucho decir ¡te lo juro por mamá!

Por eso te digo mamá, antes que te vayas a un jardín donde culmine tu alma una rosa, déjame escuchar tantas historias tan bonitas, y que me agarre el puño, aguantando el genio emocionado, en la mesa para que le deje ese legado a mis hijas y a mi nieto, que para sufrimientos y tormentos ya me quedan otros treinta años para manejarme sin olvidar el jardín de la Argentina, la rosa más bonita que encontrara el abuelo Bernardo para la abuela Anica. Así que antes que te vayas, viva Rosi Casas, la madre que me parió, la abuela de Ceuta, la luchadora caballa.