Opinión

Carencias y ausencias

Una vez finalizada la Semana de Pasión, de la que yo he tenido mi Vía Crucis particular por el malestar físico que he padecido antes de su comienzo y durante su transcurso, hago mis apuntes y mis pensamientos.

Una vez finalizada la Semana de Pasión, de la que yo he tenido mi Vía Crucis particular por el malestar físico que he padecido antes de su comienzo y durante su transcurso, hago mis apuntes y mis pensamientos.
Hace 35 años yo bebía los vientos por la Cofradía de la Flagelación. Esta faceta mía la desconocían mis hijas en casa por cuanto que siempre pensaron que yo me descomponía cada Martes Santo al contemplar El Encuentro al son del Novio de la Muerte. En la Flagelación, el alma máter era Don José López, que según me comentaban los mayores de las pandillas, era el precursor de conseguir aquello de que el "paso fuera a hombros" y se descartara el seguir a ruedas.
En el cuaderno de la Semana Santa siempre se apuntaba que aquellos pasos eran portados por los piragüistas del Club Los Delfines de Ceuta. También la vox populi decía que los de halterofilia arrimaban el hombro. Aquello era una garantía:unas cuadrillas de gente corpulenta y dispuesta a dar el callo debajo de las trabajaderas.
De aquellas pasiones de la calle Velarde donde disfruté los mejores momentos cofrades, pude contemplar el recorrido y el avance de nuevas cofradías como la de Nuestro Padre Jesús Caído, que acompañaba a la Amargura que salió sola desde la Barriada Erquicia aquel 1980. Año que el inolvidable don Pepe Remigio donó de su patrimonio el Cristo yacente que sustituía al anterior para el Santo Entierro.
Uno recuerda el Cristo de la Encrucijada a hombros de voluntarios nazarenos o miembros de la Guardia Civil y la posterior salida a hombros de Nuestra Señora de Las Lágrimas.
Ahora, en pleno 2015, llegaron las carencias y las ausencias. De aquellos recuerdos y esos momentos vividos hemos pasado a la ausencia de costaleros, de esos tíos bragados con el bigote, que eran un símbolo y un estandarte debajo del paso, de esos tíos con 30 años con una corpulencia y un saber estar que eran llamados hasta para otros pasos porque fuerza y veteranía respiraban a raudales.
El lógico cambio biológico de grandes personalidades en la Semana Santa como Quino Curado, Pepe Remigio, Valentín Cabillas, Pepe Serón o Sebastián Araujo, que con su pericia, aunque fuera al ordeno y mando, mantenían esa llama viva que como la cera se ha ido apagando.
Aquí hemos pasado a la multitud del traslado del Medinaceli, La Pollinica con todo su esplendor, el Martes Santo que la gente convierte casi en romería agolpada expectante ante una sección el Tercio Duque de Alba y poder uno cantar a duras penas el Novio de la Muerte mientras lo graban con un móvil. El tapeo y el jolgorio de la calle Velarde, viendo los gastadores y la petalada, para dar paso al Miércoles Santo donde la gente tiene la maleta y el trolly preparado en el pasillo para salir pitando el Jueves Santo y colgar las fotos en las redes sociales.
Ver toda una cofradía de funcionarios, la del Veracruz y portada por los policías locales, siendo los funcionarios del Ayuntamiento la institución más grande de la ciudad que tendría que tener nazarenos, costaleros, capataces con todas sus promesas por ser lo que son y salir ese paso echando brillo a raudales.
 Y el remate final, tener a La Dolorosa de los Remedios allí en la Iglesia en señal de duelo por la ausencia de costaleros. Una entidad que aglutina a las principales autoridades de la ciudad cada vez que celebra el Viernes de Dolores, y que no haya un alma máter que cuide al costalero los 365 días del año… Ésta es mi rabia, mi penitencia. Carencias y ausencias que nos hacen ir perdiendo nuestras tradiciones.