Opinión

Perdóname, Julen

Perdóname Julen por no haberte escrito antes porque estaba esperando el fatal desenlace. Perdóname Julen por escribirte ahora estas letras cuando la pena se me amontona.

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Perdóname Julen por no haberte escrito antes porque estaba esperando el fatal desenlace. Perdóname Julen por escribirte ahora estas letras cuando la pena se me amontona.

Era un día de tantos juegos entre chiquillería, querido Julen, con su “chandita” puesto y un paquete de chucherías. Era una tarde de juegos y carreras, que en un boquete dijiste adiós sin darte cuenta.

Los padres angustiados y desesperados, los gritos desgarrados rebuscando entre la piedra. El pueblo de Totalán se lamentaba una vez más de la suerte de ese niños, quien se lo tragaba la tierra.

Y toda España, una vez más, se puso a luchar mientras la  Guardia Civil y los Bomberos removían el Cerro de la Corona.

Las palas, las orugas y las excavadoras. Las prospecciones sin descanso. Los 300 hombres batiendo el monte a la luz de la luna, reventando la montaña con brocas.

Un bombero al que el sueño vence e inventa una jaula para el rescate. Y los rescatadores, expertos mineros, que habían de venir para acercarse paso a paso a ese pozo lunero.

La gente del barrio entre lágrimas sudando y haciendo bocatas, termos de café y poniendo un puchero. La tele en los bares no se apagaba.

Y en posición horizontal, los días ganaban a las noches entre los rezos de esos padres y, mientras la roca se rompía con microvoladuras, los rescatistas hacían verdad la promesa de que en la mina no se queda ningún minero.

Puxa Asturias, que bien sabe Dios que la élite de los mineros no parará hasta quedarse a medio metro de ti.

Al verte los pies con tus zapatitos, el guardia civil experto de montaña sabía que la tierra manda, mientras te recogía de brazos de los mineros.

Su alma volaba por el barrio de El Palo. Había un ángel de nombre Oliver, su hermano, que con sus alitas abiertas en el cielo jugaba contigo. Las nubes amanecieron entre el llanto de la emoción de aquellos luchadores, entre barro, pizarra y cuarcita.

Los mineros  sacarán su cuerpo de ese pozo lunero de aquella caída con ese tapón traicionero.

Ya están jugando los dos juntitos en el mundo celestial. Ya está Julen con su hermanito Oliver jugando al pilla pilla, sin el sufrimiento de la tierra que aquel domingo de paella su cuerpo envolvía.

Qué hermosa lección has dejado en la Tierra, Julen, angelito, en la montaña traicionera

Que a la hora de luchar y estar unidos, si queremos, España toda junta es la primera.