Opinión

Prevención y emergencias

El mes de septiembre vive sus últimos coletazos de buen tiempo. Estamos en esos días en los cuales todavía apetece la playa, ahora con menos bullicio. Los bártulos y las mochilas de colegio colocados en el pasillo de cada casa tienen su correspondencia en la ausencia de mogollones y euforias estudiantiles sobre la arena.

El mes de septiembre vive sus últimos coletazos de buen tiempo. Estamos en esos días en los cuales todavía apetece la playa, ahora con menos bullicio. Los bártulos y las mochilas de colegio colocados en el pasillo de cada casa tienen su correspondencia en la ausencia de mogollones y euforias estudiantiles sobre la arena.

Pero, por otra parte, este mes de septiembre es traicionero: cuando menos lo espera uno aparecen las lluvias, los temporales, con sus rayos y sus truenos, y lo que eran chanclas con bermudas y bostezos bajo la canícula se convierten en maletas repletas de rebecas, chubasqueros y botas de agua que hay que sacar de los armarios.

De sobra son conocidos los bandos municipales que ordenan la limpieza de solares, arroyos y vaguadas donde se han ido afanando los operarios varios para ir sacando todo el fango y la pringue acumulada durante todo el año.
La gente se confía y no piensa en futuras emergencias. Los más viejos del lugar saben cómo se las gasta septiembre con sus cambios temperamentales. Septiembre llega a su fin y, con él, las lluvias que convertirán aquellos polvos en estos lodos.

En este contexto, han visitado Ceuta algunos mandos intermedios de la Unidad Militar de Emergencias (UME) para una toma de contacto e inspeccionar el terreno en prevención de que sean necesarias futuras intervenciones.

El extrarradio, los caminos de difícil acceso y los rincones olvidados de la mano de Dios pueden ser posteriormente titulares de portadas donde aparecerán lodazales. Las inundaciones pueden hacer cundir el pánico y la histeria colectiva.
Uno, que sirvió en la brigada naval de salvamento y estaba destinado en el centro de comunicaciones marítimas, recuerda esas noches de viento y agua con la incertidumbre de lo que pudiera pasar fuera. Toda prevención es poca, sobre todo si pensamos en esas personas que malviven en el monte a espaldas del Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes (CETI), en chabolas y en barracas.