Opinión

Un lugar tranquilo: Madame Pot´s

Hoy voy a escribir un artículo de costumbres de nuestra ciudad. Y por eso escribiré sobre una cafetería que existe en nuestra casa, la conocemos como Madame Pot’s. Es un lugar al que suelo ir de vez en cuando.

Hoy voy a escribir un artículo de costumbres de nuestra ciudad. Y por eso escribiré sobre una cafetería que existe en nuestra casa, la conocemos como Madame Pot’s. Es un lugar al que suelo ir de vez en cuando. Es una cafetería edificada en un barrio de marineros que pinta sus interiores con paredes de marrón y bronce tranquilo. Lo pueblan dos agradables camareros, seres en movimiento, que mientras miran como pasan las vidas de los que allí vamos, ellos vestidos de negro vuelan sirviendo nuestras copas con sonrisas llenas de perlas de arroz blanco. Este bar de copas es un lugar suave que acompañado con una música dulce nos anima al silencio, a la conversación y al acuerdo. Quizás… y por ello… no es un lugar para una juventud que busca la algarada y el ruido, sino que está construido para gente ya asentada con vida reflexiva y solucionada invitándoles a pasar en compañía unos momentos agradables, permitiendo recrearnos con conversaciones sosegadas donde la intimidad está asegurada.

Además, desde ella se puede ver el azul del mar próximo, bien enfurecido o tranquilo con olas ya cansadas que se acercan a nuestro puerto marinero. Porque en ese lugar nos encontramos como huéspedes que hemos llegado a nuestra casa. Y allí, dentro de esta cafetería de marrones y oros viejos… cuando estamos dentro, todos relajamos nuestros espinosos corazones recordando los diferentes círculos que acompañan la experiencia de nuestras personales vidas. Sol, mar, azul y los rojos cielos de nuestros atardeceres acompañan a nuestras miradas, cuando allí nos reunimos para hablar o conversar, casi siempre sobre nosotros mismos. Silencio, tranquilidad y agradabilidad nos acompañan cuando estamos dentro. Porque en este lugar… entre nuestras bien servidas copas, podemos hablar tranquilamente de lo nuestro y de lo demás, sin que nadie nos interrumpa, impidiendo que otros nos molesten con cosas que no nos interesan.

Porque además Madame Pot’s no es un templo vacío para los que allí vamos. Es un lugar donde es agradable despedir los días viendo como el sol cae en buenas compañías. Y en este palacio casi viejo en que se ha transformado la cafetería, bello como la piedra que adorna una antigua estancia, podemos admirar los deslumbrantes cristales de sus puertas y ventanas que con golpes de color iluminan la siempre cercana historia que todos hemos vivido en nuestra casa. Se convierte así y sin darnos cuenta, en un lugar donde nos reconocemos escuchando nuestra voz como siempre la hemos oído.

Y de esta manera el fuego rojo del sol y el azul del agua pintan ante nuestros ojos un continuo y cambiante cuadro de luz y color intenso que se agarran al alma deshaciéndola en bellos recuerdos susurrados por las palabras que en nuestros oídos, envueltos en suave música, plácidamente suenan. Fuera y mientras estamos en tan extraordinaria  situación muchos yates y pequeños barcos de gentes extrañas llegan y se van todos los días cambiando voces y futuros nuevos a los que aquí nos quedamos. Porque en el fondo es un bar marinero abierto a todos los aventureros que surcando el mar llegan de otros puertos, llevando dentro un pasado que nosotros no conocemos.

Por todo esto y por más, me atrevo a escribir estas letras agradeciendo a esta cafetería de Madame Pot’s  su existencia y atención a quienes como viajeros del tiempo llegamos allí parando nuestros relojes en horas redondas, mientras disfrutamos de un lugar, donde recordamos con tranquilidad los ríos que arrastran nuestros recuerdos, ya que este lugar es un lugar de reencuentro.