Opinión

Operación en el caso de la lista fantasma

Sin duda hoy es hoy, con la ilusión de lo que será mañana. De esta forma el hoy y el mañana, consumiéndose, caminan juntos. Por ello, desde el caso de la lista fantasma se puede decir hacia dónde nos acercamos en lo que consideramos cómo se lleva la gestión del gobierno de nuestra ciudad. Porque en la gestión que se demuestra conforme a la investigación, y según comentarios de la propia jueza, “se hace lo que da la gana, porque nadie los controla”.

Javier Díez Nieto Vacia - copia
photo_camera Javier Díez Nieto Vacia - copia

Sin duda hoy es hoy, con la ilusión de lo que será mañana. De esta forma el hoy y el mañana, consumiéndose, caminan juntos. Por ello, desde el caso de la lista fantasma se puede decir hacia dónde nos acercamos en lo que consideramos cómo se lleva la gestión del gobierno de nuestra ciudad. Porque en la gestión que se demuestra conforme a la investigación, y según comentarios de la propia jueza, “se hace lo que da la gana, porque nadie los controla”.

Y de esta manera nos enteramos que nadie conocía las listas que desde tiempo inmemorial se realizaban. Pero aun así, todo el consejo de administración las votaba y les daba el visto bueno. Al menos esto es lo que se desprende de lo poco que conocemos, eso sí, de forma sesgada del contenido del sumario de 5.000 páginas que se han instruido por el momento en dicha investigación. Bien, en conclusión, al parecer la lista fantasma la realizaba alguien. ¡Vaya usted a saber quién! Armado de una guía de teléfonos la realizaba solo y al azar del pito, pito, gorgorito, a quién le toca ser el más bonito.

Mas, no nos engañemos. Si la baremación no tenía control alguno y Asuntos Sociales, verdadera responsable de su fiscalización final, manifiesta que no hizo ninguna, si los consejos de administración decían que no conocían la lista y etc, etc. En conclusión, que nadie sabía nada de lo que votaban y de lo que hacían. Yo al menos me pregunto, ¿qué hacían entonces todos ellos? ¿Nada de nada? ¡Pues vaya control, transparencia y responsabilidad de los responsables políticos obligados a ello y también de la oposición política, que nunca de los empleados que solo hacen lo que se les dice que hagan!

Y todo ello, al margen de las suspicacias y de las expectativas de los ciudadanos defraudadas. ¿Qué nos demuestra? Porque sin duda si esto está pasando en un área de tanta importancia como lo es la posibilidad de conseguir un techo bajo el que cobijarse, ¿qué no pasara en otros ámbitos de la administración local y que, conforme al runrún de la calle, también están en entredicho? Pero, claro, si no hay denuncia por parte de los que lo comentan, ¿por qué va a ser responsabilidad de los que lo dirigen y deben fiscalizar? De eso nada, ellos tienen derecho a estar al margen de dicho runrún. ¡Que investiguen otros! ¡Típica decisión del mediocre español medio! Al menos eso hemos oído en las palabras de los máximos responsables de la gestión local.

Pero la tormenta gubernamental está comenzando a sentirse cada vez más fuerte. Los relámpagos refulgen en la ciudad mientras los truenos tronantes suenan cada vez más fuertes invadiendo nuestras calles. Porque no nos engañemos, todo lo que leemos no es más que ruidos y amenazas de riadas desbocadas que hacen correr a los caballos de la indignación popular. Y mientras observamos cómo muchos responsables huyen, desaparecen, se les aparta o se emboscan a las miradas de los demás. ¡Qué pena y que falta de responsabilidad!

Porque el miedo y la indignación no es lo que ha pasado con esta lista fantasma sino que si esto ha pasado en nuestra administración, ¿qué no estará pasando en otras unidades o sociedades municipales dirigidas por los mismos? ¿Y dónde esta esa solidaridad con aquellos que confían y se someten a su administración? ¿Se habrá abierto la caja de Pandora?

En fin, solo me queda recordar aquella canción popular que decía: Manolete, Manolete, si no sabes torear para qué te metes. Y esta cancioncilla se la dedico a todos aquellos que alegremente adquieren responsabilidades de gobierno ignorando que deben ser consecuentes con los cargos que asumen. En el fondo, qué pena, porque en el fondo solo queda un sentimiento de desamparo en los administrados.