Opinión

La tempestad

Las turbulentas relaciones de nuestros “vecinos” ingleses con el resto de Europa vuelven a tomar fuerza tras invocar la primera ministra británica el artículo 50 del tratado de Lisboa, también conocido como tratado de la Unión Europea (TUE), por el cual abandonan a su suerte el barco de la Unión Europea, una UE que quizás se encuentre ante el gran desafío desde su fundación allá hace 60 años cuando Francia y Alemania Federal, junto a otros 4 países (Italia, Bélgica, Holanda y Luxemburgo), refrendaron el Tratado de Roma que daba inicio, un veinticinco de marzo de 1957 a la Comunidad Económica Europea (CEE), actual Unión Europea (UE), en aras a la paz, la libertad y la prosperidad.

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Las turbulentas relaciones de nuestros “vecinos” ingleses con el resto de Europa vuelven a tomar fuerza tras invocar la primera ministra británica el artículo 50 del tratado de Lisboa, también conocido como tratado de la Unión Europea (TUE), por el cual abandonan a su suerte el barco de la Unión Europea, una UE que quizás se encuentre ante el gran desafío desde su fundación allá hace 60 años cuando Francia y Alemania Federal, junto a otros 4 países (Italia, Bélgica, Holanda y Luxemburgo), refrendaron el Tratado de Roma que daba inicio, un veinticinco de marzo de 1957 a la Comunidad Económica Europea (CEE), actual Unión Europea (UE), en aras a la paz, la libertad y la prosperidad.

Una tempestad se avecina, a la cual podríamos referirnos en términos del argot meteorológico, pero a la que también podríamos referirnos aplicando referencias históricas, en este caso con la ayuda de la literatura inglesa, y a un gran genio de la literatura de la Early Modern Age o inicios de la Edad Moderna en Gran Bretaña, Sir William Shakespeare, cuya obra de homónimo nombre ha venido a alumbrar estas líneas.

Una luz que se presenta tenue en el horizonte cercano, pues, al igual que en la referida obra, las relaciones del Imperio británico con el resto de los imperios europeos, en el caso de la obra, principalmente el español, no pasaban especialmente por su mejor momento. Para más INRI, la obra del bardo se desarrolla en una isla deshabitada, reflejando con absoluta claridad una interpretación que rondará probablemente la cabeza de muchos europeístas, incluida la oposición dentro del propio parlamento inglés que abucheaba el anuncio de la primera ministra, los cuales probablemente piensen, como el resto de europeístas convencidos, lo que se convertirá a su vez, quizás, en una isla desangelada.

Y hablando de ángeles y… demonios, estos tampoco faltan en la función cuando la figura del mago Próspero invoca, tal Theresa May, la tormenta que, en un caso, provoca el naufragio del buque que lleva a los tripulantes a una isla desierta y, en el otro, el abandono definitivo de la Unión Europea respectivamente. En la obra de teatro tampoco faltan referencias mitológicas y espíritus alados, acompañados de aseveraciones en torno a la magia negra que tanto llamaba la atención al monarca ingles de la época, Jacobo I. Una magia negra representada por  Calibán y Sycorax, los “caníbales”, personajes colonizados y de dudosa reputación que representan esa magia y, por lo tanto el mal, y que encuentran reflejo y, está por ver, personificación, en otra de las citas de la Premier inglesa en su comparecencia en las Houses of Parliament esta misma mañana, en un ejercicio de cinismo político al referirse a compartir valores democráticos con Europa pero sin Europa.

Parece ser que esta vez los poderes del mago Próspero, que en la obra, tras recurrir a sus hechizos de magia blanca consigue, al más fiel estilo de las comedias “turbulenta prima, tranquila ultima” (movida al principio y sosegada al final), que los acontecimientos vuelvan a la normalidad, incluida la bonanza meteorológica, encuentre fulgor en la situación que se nos plantea con el Brexit, y el periodo de dos años en el que se debe concretar el acuerdo de salida, el cual marcará sin duda un antes y después en el espacio de prosperidad y fraternidad que, a mi entender, nos ha traído la Unión Europea.