Opinión

Que el debate de ideas no lo oculte un sillón

Todavía recuerdo el libro que me regaló mi tío Lorenzo Lechuga, primer secretario general del Partido Comunista y de Comisiones Obreras en Melilla. Una persona de ideas, que trabajaba de noche en la panadería, por la mañana en la Asamblea y por la tarde en el sindicato. Una persona que huyó, estuvo encarcelado y tuvo el apoyo siempre de mi tía, su mujer, una feminista e impulsara de los conceptos de libertad y dignidad en un tiempo donde la feminización de la política apenas existía.

Todavía recuerdo el libro que me regaló mi tío Lorenzo Lechuga, primer secretario general del Partido Comunista y de Comisiones Obreras en Melilla. Una persona de ideas, que trabajaba de noche en la panadería, por la mañana en la Asamblea y por la tarde en el sindicato. Una persona que huyó, estuvo encarcelado y tuvo el apoyo siempre de mi tía, su mujer, una feminista e impulsara de los conceptos de libertad y dignidad en un tiempo donde la feminización de la política apenas existía.

Ese libro habla de todos los episodios por los que tuvieron que pasar en una época nada fácil para quienes vivían exclusivamente al servicio de la sociedad. Esa entrega te podía costar hasta la propia vida, pero había algo más fuerte al miedo, que era la ilusión de saber que con el debate de propuestas se podían conseguir grandes logros. Esas reuniones se hacían en la clandestinidad y la lealtad era más fuerte que el poder.

"En el contexto de la opresión de aquel régimen surgieron personas que no quedaron al margen de la conciencia de clase. No nos dejamos conducir por la obstinada ceguera sociopolítica", esta es la frase que me dedicó. Han pasado muchos años y la democracia ha marcado el camino de la esencia de una política que tiene que definirse más, para dejar de ser la sombra de aquello en lo que la gente ya no cree.

Cuando me viene al recuerdo ese libro de Memorias Derrotadas, esos suspiros de personas que ni siquiera tenían la holgura de poder leer una noticia o defender un posicionamiento distinto al impuesto, no puedo evitar pensar en el Comité Federal del 1 de octubre en el que Pedro Sánchez dimitió tras, obviando los detalles internos de ese día que creo que ya se dieron, perder unas votaciones y la confianza de ese organismo que decidió no llevar al partido a un Congreso en 20 días, cuando estábamos en medio del proceso de la formación de un Gobierno. Sobra explicar de nuevo mi posicionamiento sobre este matiz, pues todo el mundo sabe de mi voto negativo a esa convocatoria exprés y mi apoyo a la abstención, como garantía de poder llevar nuestro programa electoral y acabar con las políticas de Rajoy desde una mayoría parlamentaria, tal y como se está comprobando con la oposición útil que estamos haciendo. Sin esa abstención ahora estaríamos sacrificando de nuevo a la gente con una campaña y nuevas elecciones, en vez de haber conseguido derogar la LOMCE y la Ley Mordaza, el Pacto de Estado contra la Violencia de Género, subir el SMI, abrir el debate de la Constitución, aumentar la financiación autonómica, asegurar las pensiones y promover la próxima semana derogar también la Reforma Laboral.  

Reanudo. Tras su dimisión, la de Pedro Sánchez, se procedió a la aprobación, nuevamente con  los votos del Comité Federal, de una Gestora con unas encomiendas mucho más amplia que la exclusividad de convocar un Congreso Ordinario. De allí salió una resolución política que atribuía a la Gestora las competencias de una Ejecutiva Federal. Dudar de esto es faltar al respeto a los órganos representativos y a la propia militancia. No podemos manipular el mensaje y dejar sin efecto al máximo órgano entre Congreso, que es lo primero que se aprende de la disciplina interna de un partido.

La Gestora tiene fecha de caducidad, habrá  un Congreso con Primarias y la fecha será cuando lo decida el Comité Federal. Pero desde mi opinión, creo que el Congreso debe de hacerse con calma y justo antes del verano. No entiendo esta obsesión por el liderazgo cuando hemos atravesado los peores resultados electorales de la historia. Creer en el socialismo y en las siglas es trabajar por ellas, es apostar por redefinir un proyecto ganador, un proyecto que ilusione y atraiga de nuevo a la gente. Es analizar en qué hemos fallado y en qué tenemos que reinventarnos para culminar de nuevo en la referencia de la izquierda y la verdadera alternativa al gobierno de la derecha. 

Quise hacer la introducción de mi tío porque es triste saber que mientras antes una persona era capaz de poner en riesgo su vida para reivindicar unos valores y unas ideas, hoy hay quienes prefieren vivir en la obsesión del sillón. Yo voy a defender un calendario congresual que garantice un debate lo más participativo posible. Yo sí quiero un análisis abierto, intenso, sincero y, sobre todo, respetuoso con la democracia representativa. Nos lo merecemos. Nos merecemos que el electorado no nos vuelva a decir más veces que no. Toca trabajar codo con codo y luego definir los órganos de dirección. 

Es lo sensato.