Opinión

Decir que Felipe tiene las manos manchadas de cal viva es salud democrática

Sé que hay muchos temas locales para denunciar últimamente, la desfachatez de Ramos y su permisividad a la hora de no cumplir un Reglamento como el de las terrazas pero luego son capaces de multar a dos trabajadoras de un colegio por tirar la basura al terminar su jornada laboral y no coincidir con el horario permitido en la Ordenanza.

O podría mencionar la impresionante labor que hace la Policía Nacional de Ceuta, a pesar de que la gente percibe inseguridad en las calles de nuestra ciudad. Una inseguridad que debería ser tratada en equipo y con coordinación, y no con clavos que sobresalen para ser luego tapados a golpes de martillazos.

También podría volver a defender a las trabajadoras del Centro Asesor de la Mujer y destapar la discriminación laboral que sufren o cómo es necesario acabar con una pobreza y una exclusión que sigue sin desaparecer. Pero en estos momentos hay algo que me inquieta bastante y a lo que le quiero dedicar este espacio. A mí me enseñaron a ser critica cuando algo no me gusta, pero la crítica siempre tiene que servir para construir y nunca para destruir. Y sobre todo, me enseñaron a no olvidar. El espectáculo tan lamentable que ha vivido Felipe González me avergüenza como socialista, pero sobre todo me avergüenza como ciudadana defensora de la libertad de expresión.

Precisamente me fascinan las manifestaciones, las reivindicaciones, las acciones de protestas cuando algo se quiere cambiar, pero repelo el uso falso de la libertad para coartar un pensamiento, sobre todo si esa forma de coartar se hace con violencia y sin dar la cara, con caretas al más puro estilo rapaz.

Gritaban que tenía la manos manchadas de cal viva.

No seré yo quien señale a Podemos y a Pablo iglesias como los promotores de ese acto vandálico y fascista, pero sí seré la que recuerde que esas mismas palabras fueron reproducidas en un debate de investidura. Y ahora indica que esto es salud democrática. ¡Maldita forma tienen algunos de ensuciar la Democracia que tanto nos ha costado conseguir!

Por cierto, es curioso como quien nos ha traído la educación pública sea precisamente atacado en una Facultad.

Pero no quiero terminar como siempre, con negatividad. Creo que, a pesar de las últimas vivencias, si hay algo en lo que nos tenemos que sentir orgullosos es de haber vivido el final de ETA. Cinco años de paz gracias a Rubalcaba y a Zapatero, eso sí que es salud democrática.