Opinión

¿Otra vez elecciones?

No es estar en política, es hacer política. No es actuar según el momento y lo que te convenga, es basarse en la coherencia, en la sociabilidad humana y en el bien común. Errejón lo intentó, Valls o De Castro lo han hecho.

Creo que estoy legitimada para hablar del deber y las consecuencias. El PSOE se abstuvo por responsabilidad, aunque eso nos costara un precio interno muy alto. El país no podía desembocar en unas terceras elecciones, la gente había elegido y lo que se esperaba de los partidos era capacidad, generosidad, diálogo y entendimiento. No existía una alternativa y, por tanto, había que dejar gobernar a la lista más votada, con el único objetivo de centrarnos en la estabilidad de España y en los problemas de la gente. Las grandes reformas requieren de grandes acuerdos, y no de frases y lemas partidistas sin justificación ni fundamento.

En la actualidad se han invertido los roles. Pero estamos pisando un camino lleno de baches, por culpa de unos personajes egoístas que están a punto de llevarnos de nuevo a unas elecciones, en un ejercicio de inutilidad democrática.

La izquierda se divide, se enfrenta. La derecha se radicaliza. Ninguno de los partidos están a la altura de un proceso postelectoral.

Pablo iglesias juega al Batman sin capa.

Casado al pirata sin barco.

Rivera al fantasma desorientado.  

¿Y Pedro? Pedro debe de presentarse a una investidura con los apoyos asegurados. A veces, creo que no estamos haciendo lo suficiente, a pesar del CIS. Y digo que no estamos haciendo lo suficiente porque nunca es suficiente, pero me basta que haya comprendido y reconocido el peligro del bloqueo. Pedro hace muy bien pidiendo al Partido Popular y a Ciudadanos que se abstengan, porque cuando no tienen ninguna posibilidad para desbancar al PSOE, no tienen más remedio que elegir entre una nueva cita electoral, forzar a que los independentistas tengan más protagonismo, algo que contradice la defensa de una unidad de España y que demuestra que este discurso únicamente les vale para conseguir votos y como campaña electoral, o reconocer lo que la gente ha decidido en las urnas. Y Unidas Podemos no puede seguir bajo el cordón de un pulso únicamente para tener un asiento, sin dialogar sobre los cimientos que sostienen a esas sillas.

No es un juego, y este partido no se gana en el último minuto, porque no es marcar.

No es ser investido, es gobernar después. Es estabilidad.

Cambiando de perspectiva.

Hace unos días tuve la oportunidad de cenar con una persona de Madrid, que me dio algunas claves acerca de los motivos por los que hoy en día hay un contraste brutal entre la necesidad de la política y la inapetencia de las personas más validas, para participar en ella.

Le trasladé mi impresión sobre la incapacidad de los líderes nacionales para llegar a un acuerdo, pero no quise centrar mi opinión en los últimos acontecimientos experimentados en nuestra ciudad, que me han dejado un mal sabor de boca.

Lo último que quiero es perjudicar a mi partido, por eso he decidido guardar silencio y no he ansiado en buscar las respuestas que me hubieran llevado a la explicación sobre cómo es posible que aquellos que me insultaron y juzgaron, por votar en el Comité Federal por la abstención y así desbloquear el país, hayan querido justificar un acercamiento al Partido Popular, para arrinconar a Vox, cuando en Ceuta si no hay una mayoría alternativa gobierna la lista más votada. De ahí que me sorprendiera, que no es lo mismo a que no me alegrara, que el PSOE ocupara la Vicepresidencia Primera, gracias a un voto de los de Vivas.

Echo en falta una proyección consolidada de una auténtica oposición.

Por ejemplo, y a punto de empezar una nueva andadura, me resulta difícil entender que la Asamblea en su conjunto esté más preocupada por el número de asesores que van a disponer cada grupo, que por los últimos datos que han salido sobre la pobreza. Esa es la política que hay que acordar, ese es el entendimiento que hay que tener, la de búsqueda de soluciones para los problemas de siempre. Ahora tenemos la oportunidad de gobernar desde la oposición y llevar a cabo todo lo planteado durante tantos años. Hay que acabar con la política de las subvenciones, con el clientelismo y el trueque de las sociedades municipales. Por eso, espero y confío que la contrapartida sobre cargos sea un mal rumor. Y deseo que exista una auténtica reflexión sobre cómo no podemos ser un referente para una ciudadanía que pasa verdaderas necesidades, con tantos directores generales y viceconsejeros.

Cuando algo es difícil de explicar, es porque es imposible de entender.

Y termino deseando al PSOE de Ceuta toda la suerte del mundo, tenemos el ejemplo de Melilla, así que todo es posible.