Guinea pinta bailarinas con su esposa en el recuerdo: "La echo mucho de menos"

El autor burgalés presentó su muestra de danza pintada durante la pandemia, en la que destaca la brillantez técnica plasmada en la luz y el movimiento de los tejidos

 

 Luis Guinea durante la inauguración de su exposición, en el Museo del Revellín.
photo_camera Luis Guinea durante la inauguración de su exposición, en el Museo del Revellín.

De mirada tierna, cadencia lenta al hablar y noventa años, la obra que expone Luis Guinea (Miranda de Ebro, 1934) en el Museo del Revellín, 'Bailarinas'', rebosa movimiento, luz y vida. Una muestra en la que destaca la técnica, aunque cuenta con guiños a su familia, con la presencia de una de sus nietas en uno de los cuadros, en el que aparece junto a otras compañeras bailando flamenco. Los hizo para pasar el rato en la pandemia, pero cuando explica el poso de su arte el veterano pintor y ex asesor fiscal, menciona cada poco a su mujer fallecida allá en 1991, su gran inspiración: "La hecho mucho de menos", asevera.

Fue justo tras su deceso -cuenta que aún la pinta a veces- cuando transicionó del dibujo, que siempre le había acompañado "desde pequeñín" -creando su universo particular en una época compleja- hasta la pintura. "De niño iba siempre con la plumilla pintando los paisajes de Miranda de Ebro, también lo hacía en el encerado de la escuela y en los cuadernos del instituto. Fue cuando compramos un caserón en ruinas en un pueblecito, que al final resultó ser el antiguo Palacio de los Frías Salazar, cuando hice las primeras pinturas".

El motivo, que durante la rehabilitación apreció que sería necesario "cubrir con algo" las paredes de hasta siete metros de altura con las que contaba el espacio. "Fui a un anticuario y cobraban un pastón por los cuadros. Me dije, yo puedo hacerlos e incluso mejor y pinté a una reina inglesa", recuerda.

Es precisamente la técnica lo que destaca en la muestra presentada este jueves en Ceuta, donde están doce de las trece bailarinas que pintó después de hablar, durante los momentos más difíciles del coronavirus, con el Museo de la Danza de La Rioja. "Les pareció oportuno y me lancé".

El resultado es una colección consistente, con figuras bien equilibradas, en ángulos perfectamente plasmados. Trabaja Guinea la luz como un maestro y el movimiento de los tejidos de los vestidos trasciende lo pictórico. Las miradas de concentración, la pasión en un esfuerzo elegante. Todo está ahí, salido de las manos del burgalés.

Ahora prepara un nuevo asalto artístico en el que da vida a estatuas. Lo hace porque siempre le han gustado, aunque le parecían muertas, por lo que les pone cara y colores. "Espero acabarla", concluye.

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