Algunas estrafalarias ideas para defender la valla de Ceuta
La crisis migratoria ha abierto un debate público al que algunos se han sumado para aportar propuestas dignas de incluirse en una historia universal de la extravagancia.
La historia universal de la extravagancia recoge incursiones en los más diversos campos del saber, las costumbres y los impulsos humanos. Comoquiera que, según las leyes no escritas que rigen el equilibrio del mundo, cada cosa ha de tener su contrario, es obligatorio concluir que frente a todos los cervantes, newtons, mozarts, rimbauds y einsteins ha de existir, perentoriamente, una pléyade de mastuerzos y botarates que, gracias a su intervención compensatoria, evitan que el globo terráqueo se salga de su eje.
Esta cáfila de impresentables se ha sentido impelida, desde que el mundo es mundo, a darse a la reflexión para, inmediatamente, poner en ejecución la majadería más notable que hayan podido alumbrar sus magros entendimientos. En épocas recientes, algunos de estos ejemplares han resuelto poner su escasa perspicacia al servicio de la comunidad para dar solución a uno de los problemas que acucian a la Europa contemporánea: la regulación de los flujos migratorios. Y más concretamente, en la convicción de que hacían una aportación inestimable a la empresa civilizadora, a la vieja España y a la pequeña Ceuta, empeñaron sus esfuerzos en proporcionar una solución definitiva para la protección de la ciudad frente a la llegada de miles de subsaharianos deseosos, ellos también, de darles de comer a las voraces palomas de la Plaza de los Reyes.
Cortar por lo sano
En esta tesitura debía de andar Hugh Fitzgerald, uno de los redactores de la publicación digital estadounidense “Frontpage Mag”. La web, editada por el empresario conservador David Horowitz, mantiene, por decirlo con una elegancia que no merecería el caso, una línea de opinión escasamente afectuosa con la población musulmana.
¿Cuánta arena tiene el Sáhara?
“¿Cuál diría usted que es la extensión del desierto del Sáhara?”. El ministro español de Asuntos Exteriores, Josep Borrell, desveló esta semana que algo así vino a preguntarle al presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, durante un encuentro reciente entre ambos.
Confundido, Borrell le hizo ver la desmesura del proyecto. “El Sáhara no puede ser más grande que nuestra frontera con Méjico”, replicó Trump, empeñado en no renunciar a su epifanía.
La cadena estadounidense CNN dedicó parte de uno de sus informativos a ilustrar al presidente, mapa mediante, sobre las dimensiones del desierto cálido más grande del mundo.
La esencia patria
Pero no sólo la patria de Lincoln, Franklin y Luther King ha alumbrado eminencias como aquéllas de las que hasta aquí se ha venido dando cuenta. El esencialismo español hace tiempo que está seguro de haber dado con el tuétano mismo del fundamento de la patria hispana, una suerte de emplasto donde se hermanan las memorias del Cid, el brazo incorrupto de Santa Teresa y el repertorio de canción ligera de José Manuel Soto.
Entre estos elegidos figura el secretario general de la formación de ultraderecha Vox, Javier Ortega Smith, quien, en sus referencias a las vallas de Ceuta y Melilla, hace gala a un tiempo de sus dotes de geoestratega y de sus conocimientos en ingeniería de obras públicas. “Necesitamos que se construya un muro lo suficientemente alto para que la frontera no pueda ser saltada”, ha exhortado reiteradamente. Una propuesta compartida con otras formaciones como Democracia Nacional, ejemplo cabal de moderación y filantropía.
Ortega Smith, además, precisa las características que debería tener ese muro. Y para ello no duda en recurrir a un lenguaje especializado, fuera del alcance de los no instruidos en las técnicas y procedimientos constructivos: “Debería medir al menos 10 o 12 metros para poder servir de algo y tendría que ser resbaladizo”.