Monseñor Antonio Dorado Soto, enterrado en la Capilla del Sagrario de la Catedral de Málaga

El que fuera obispo de Cádiz y Ceuta durante veinte años recibió la emocionada despedida de la Iglesia, a la que dedicó toda su vida. 

PAPA
photo_camera El Papa Juan Pablo II, felicitando en abril de 1981 a Antonio Dorado Soto, por sus Bodas de Plata sacerdotales.

La Catedral de Málaga ha acogido a las 13.00 horas el funeral y las exequias del que durante veinte años, entre 1973 y 1993, fue obispo de la Diócesis de Cádiz y Ceuta, Antonio Dorado Soto, fallecido ayer a las 11.00 horas a los 83 años de edad. Sus restos ya descansan nada menos que en la Capilla del Sagrario del templo catedralicio malagueño, justo detrás del altar mayor.

Así lo ha confirmado el vicario general de Ceuta, Juan José Mateos Castro, que a la hora de hablar con Ceutaactualidad.com regresaba de Málaga y se encontraba a la altura de Guadiaro, ya en el Campo de Gibraltar.

La misa ha sido multitudinaria y ha sido presidida por el obispo de Málaga, Jesús Catalá. Casi una veintena de obispos han asistido al sepelio, así como dos arzobispos: Carlos Amigo Vallejo, y Fernando Sebastián, cardenal emérito de Pamplona, tal y como ha confirmado el vicario general de Ceuta. Como ya indicó Ceutaactualidad.com precisamente Antonio Dorado Soto fue quien ordenó sacerdote al vicario.

En la semblanza al inicio del oficio religioso se habló de la trayectoria de Antonio Dorado Soto y de su vinculación a las diócesis en las que desempeñó su labor, por supuesto entre ellas la de Ceuta.

La Diócesis de Málaga ha indicado que “el señor ha querido llevarse a la patria celeste a D. Antonio Dorado, emérito de Málaga. Tras haber pastoreado  las diócesis de Guadix, Cádiz y Málaga, la diócesis de Málaga fue la última etapa de su ministerio episcopal, donde dedicó 16 años de su vida”.

“Fue un pastor bueno, que actuó en nombre de Jesucristo, el buen Pastor”, indican desde la Diócesis malagueña. Con su carácter amable, su temperamento jovial y su sencillez se ganó el corazón de los fieles.

Antonio Dorado Soto se encontraba muy bien de salud, con los lógicos achaques de la edad. Tres días antes de su óbito, cuando almorzaba, sufrió un atragantamiento y un pequeño resto de comida se le alojó en el pulmón izquierdo, provocándole una infección neumónica de la que no pudo recuperarse.