Puigdemont se impone

 

Trata de ganar tiempo, mantener la dirección política y forzar nuevas elecciones. La gobernación del país, objetivo predicado, ha pasado a ser secundaria mientras se dirime la hegemonía en la familia nacionalista.

 

Carles Puigdemont. / RRSS
photo_camera Carles Puigdemont.

La crisis catalana se ha enquistado en beneficio de Carles Puigdemont que trata de ganar tiempo, mantener la dirección política y forzar nuevas elecciones. La gobernación del país, objetivo predicado, ha pasado a ser secundaria mientras se dirime la hegemonía en la familia nacionalista. Su estrategia consigue, además, complicar la situación procesal de los actuales presos, en especial la de su principal rival, Oriol Junqueras, a estas alturas excluido de la carrera política.

Aunque desde fuera pueda parecer una estrategia suicida, con la ruina económica del país, la huida de empresas y la ruptura social, para Puigdemont y sus compañeros es sólo un período transitorio, a la espera de que unas nuevas elecciones consoliden su mayoría, les permitan gobernar con menos ataduras y continuar el pulso secesionista con el Estado. No lo podrán ganar pero en el proceso intentarán que el resultado se asemeje al del País Vasco: el control casi permanente de las instituciones y los máximos recursos.

Así, la propuesta sucesiva de Jordi Sánchez en prisión y en el futuro de otro candidato que será destituido por la Justicia, alimenta el conflicto, reaviva el victimismo y le permitirá, cree, acudir a las elecciones con una carga de injusticia y persecución como principales credenciales. Que el electorado lo acepte es otra cuestión, pero a día de hoy no existen indicios de mayor racionalidad en el electorado. Las emociones siguen muy vivas y en los segmentos sociales que votan a Puigdemont, las consecuencias hasta ahora no han sido especialmente duras. Al tiempo, se produce un poco de ruido internacional que sólo perjudica al Gobierno estatal.

El oportunismo de Ciudadanos que ha elegido este momento para atenazar a Rajoy y bloquear aún más la estabilidad, dificultará una estrategia de Estado en Cataluña

El oportunismo de Ciudadanos que ha elegido este momento para atenazar a Rajoy y bloquear aún más la estabilidad, dificultará una estrategia de Estado en Cataluña, la única posible ante la evidencia de que ningún partido tiene una propuesta viable para encauzar la situación.

La  presión que están ejerciendo los pensionistas, un curioso conflicto avivado por los sindicatos y al que ya se están sumando los partidos de la oposición, tiene mucho riesgo para el Gobierno pues afecta a su principal reserva electoral. Tendrá que actuar.

Decimos curioso conflicto, porque se han postergado los acuerdos en el Pacto de Toledo mientras  ahora se quieren improvisar  soluciones al margen, olvidando que el principal problema no son los pensionistas de hoy, sino los de mañana.

Las improvisaciones de elevado coste si no son asumibles financieramente reavivarán el problema más pronto que tarde. Las previsiones de que en dos décadas,  las pensiones representen el 15% del PIB, son sencillamente inasumibles y cuanto antes se diga con claridad, y se planteen medidas a largo plazo, mejor para todos.

La crisis institucional que siguió a la crisis económica, la estamos pagando ahora con un Gobierno imposibilitado para actuar y una oposición muy heterogénea y sin capacidad de ser alternativa

La crisis institucional que siguió a la crisis económica, la estamos pagando ahora con un Gobierno imposibilitado para actuar, una oposición muy heterogénea y sin capacidad de ser alternativa, conflictos cronificados, ajustes de cuentas en los tribunales y sin horizontes claros. A tenor de las últimas encuestas, un posible adelanto electoral no resolvería los problemas. Comenzamos a parecernos a Italia, donde este tipo de situaciones ha sido muy frecuente.

Para entenderlo cabalmente, conviene escuchar el discurso de los principales dirigentes políticos. Soslayan las cuestiones concretas para hablar de abstracciones. Rajoy trata de aparentar serenidad mientras Sánchez, Rivera e Iglesias, además de llamarle de todo, reclaman elecciones. Es evidente que ninguno cree que sea posible un Gobierno estable a corto plazo y que la política de alianzas se antoja imposible.

Nada de esto se le escapa a Puigdemont. Sabe que una respuesta coherente y de largo plazo desde el Gobierno estatal es inviable en condiciones de inestabilidad. En consecuencia puede especular que mientras dure la inestabilidad su propia posición se refuerza. Sólo el día que haya un Gobierno estable en España y otro igualmente estable en Cataluña, comenzarán a diluirse su figura y su mensaje. Obviamente, le conviene dilatar ese plazo.