Menos de una semana ha bastado desde que Pedro Sánchez renovó la confianza del Congreso en la votación de investidura para que los representantes autonómicos de populares y sociales dejen de lado la teatralización del pasado verano y acerquen posturas. Este deshielo se inicia con una de las materias más importantes en la labor de Gobierno como son los Presupuestos de la Ciudad. Siendo que quien puede lo más puede lo menos, su aprobación ofrece motivos suficientes para intuir futuros consensos en la Asamblea local.
Ahora sí, podría decirse, la legislatura va en serio. Con una amplia mayoría a favor del texto inicial a la espera de las enmiendas y modificaciones que puedan producirse, el diálogo coge fuerza contra el frentismo de los últimos seis meses donde la vacancia en la Presidencia del Gobierno infló el peso del escaño ceutí en las cábalas nacionales y la posibilidad de una repetición electoral tomó como rehén a la política autonómica. Con la mirada de Ferraz y Génova retirándose al otro lado del estrecho y a cuestiones de estado como la Ley de Amnistía tomará peso la voluntad real de las formaciones de nuestra Asamblea.
La importancia de la negociación que comienza ahora presenta varias aristas en la lógica interna de los partidos. Mantener prietas las filas durante medio año crea tensiones que necesitan pedagogía y paciencia a la hora de evitar fracturas una vez perdida la cohesión del pegamento electoral. El Partido Popular que salvo sorpresa enfrenta una legislatura de transición tras veinte años de un liderazgo incuestionado enfrenta el reto de buscar consensos a su izquierda mientras Madrid extrema la polarización acusando a Pedro Sánchez de acabar con el Estado de Derecho. En una ciudad con gran sensibilidad nacionalista la labor pedagógica a sus militantes y votantes de esta decisión deberá ser intensa, máxime cuando Vox andará el acecho para recordarle a Vivas que pacta con la “antiespaña”.
Al PSOE que históricamente tiene un debate interno más rico necesita una victoria en estos Presupuestos para justificar por el pragmatismo la cuestión ideológica. La hosquedad de la campaña y el choque del pasado verano pueden aliviarse con la implantación de determinados hitos defendidos por la formación de Juan Gutiérrez. Además, siendo el peso institucional de la Administración General del Estado, es de un cariz estratégico para la dirección actual del partido apuntarse determinados avances sociales en el presupuesto que sirvan de balón de oxígeno cara a las problemáticas propias de Delegación del Gobierno y a la lógica oposición de Ceuta Ya, formación con la que comparte nicho electoral y que está libre de cargas supralocales.
Así, la labor de oposición dura recae tanto a izquierda como a derecha a la formación autonomista Ceuta Ya como a la ultraderechista Vox. El atractivo de mantenerse impolutos siempre conlleva el riesgo de la marginalidad, entendida esta como dificultad de crecimiento electoral. La utilidad de muchas de las propuestas de Ceuta Ya, si encuentran respaldo en el principio de realidad, podrían poner contra las cuerdas al PSOE en su ala más social. Vox, en la otra esquina del tablero, intentará ocultar sus guerras internas arañándole a los populares por el sentimiento de españolidad que, una vez amortizada la “marroquinización”, tiene su renacer con la cuestión catalana. Mientras tanto, MDyC parece inmóvil y previsible.
