Sánchez-Prado: La inmutabilidad de los valores

87 aniversario del fusilamiento del último alcalde de Ceuta en la Segunda República
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photo_camera Imagen de Sánchez-Prado junto al Ayuntamiento (ARCHIVO)

Hace 87 años fue fusilado Antonio López Sánchez-Prado, en uno de tantos crímenes viles que se cometieron en nuestra Ciudad y en la que no hubo ni siquiera un juicio justo, aunque jamás puede existir un argumento para arrebatar la vida a nadie.

Su fusilamiento en la playa del Tarajal correspondía a un plan que se repetiría en numerosas ciudades en las que apenas hubo resistencia y que cayeron en los primeros días del golpe de Estado: represión de todos los elementos de izquierda con el objetivo de controlar a la población mediante el mecanismo más efectivo, el terror. Un ejemplo destacado de ello fue el fusilamiento de Federico García Lorca en Granada, cuyo responsable en última instancia fue José Valdés Guzmán, y su cuerpo aún está en una fosa común para vergüenza de nuestra joven democracia.

Sin embargo, en esta triste efeméride, conviene destacar la relevancia del último alcalde de Ceuta en la Segunda República ya que la importancia de sus valores y su labor humana han hecho que hasta el día de hoy sea recordado como una gran persona y un excelente médico que ayudó a los más necesitados que apenas tenían recursos.

Nacido en la calle sevillana de San Basilio y criado en el pueblo de Herrera se licenció en Medicina a los 23 años instalando su consulta en la calle Soberanía Nacional, Real, 40, frente a la iglesia de Nuestra Señora de los Remedios. En las elecciones del 12 de abril de 1931 participó con la conjunción Republicano-Socialista, alcanzando el 80% de los votos siendo el candidato más votado y futuro alcalde, tomando posesión diez días después.

Posteriormente, ahora como miembro del Partido Republicano Radical-Socialista, es designado diputado donde tuvo que votar en contra de su partido en defensa de los intereses de Ceuta. Entre los retos que se marcó estaba la enseñanza y esta fue una de sus prioridades. Cuando llevaba escasamente tres meses en el Congreso consiguió la licencia para la implantación de 20 escuelas, la edificación del colegio Lope de Vega y la puesta en marcha del Instituto Hispano-Marroquí.

Desde octubre de 1933 hasta febrero de 1936 existe un paréntesis en su vida política. Tan solo sus esporádicas asistencias a los plenos como concejal independiente.

Lamentablemente, y como ocurrió a numerosos responsables políticos de izquierdas, su reelección como alcalde en febrero de 1936 fue su sentencia de muerte. El mismo día del golpe de Estado le propusieron que se marchara a Tánger, a lo que contestó que su sitio estaba junto a los defensores de la legalidad vigente y no podía dejar al pueblo que tanto confiaba en él. Por el contrario, presidió una sesión municipal ya prevista a la que asistieron un reducido número de concejales. El mensaje al final de la sesión es una prueba de su valor y clarividencia: “Se aproximan días terribles para la República y es preciso que nos unamos y nos preparemos para defenderla. No es ocasión de huelgas, ni de disensiones, sino de que todos, como un hombre, cumplamos nuestro deber. ¡Viva la libertad! ¡Viva la República!”.

La madrugada del 18 de julio fue sacado de su casa esposado y llevado a la prisión de García Aldave. Ese mismo día el Ayuntamiento fue tomado por la Guardia Civil haciéndose cargo de la alcaldía el teniente coronel José Tejero.

A primeros de septiembre, el Consejo de Guerra lo sentencia a muerte haciéndose efectiva la madrugada del 5 de septiembre. A las 8:30, junto a Adolfo de la Torre Guillén, Ángel Guijo Higuero y Fidel Vélez Roldán, es sacado de los calabozos esposado e introducido en una camioneta cuyo destino es la playa del Tarajal. Momentos antes del fusilamiento, un sargento les encaja un pequeño crucifijo en las manos. Tan solo media hora después, el oficial da la orden de ejecución a un pelotón formado por 20 soldados de Regulares.

Con esa acción tan vil solo lograron eliminarlo físicamente pero consiguieron lo contrario: inmortalizar su figura como símbolo de los valores democráticos de Ceuta que trasciende toda ideología y como defensor de los más necesitados. Prueba de ello es que el Pleno de la Ciudad aprobó la realización de una estatua en su honor encargada a los artistas ceutíes hermanos Pedrajas que fue inaugurada en 2006 y su traslado cuatro años después desde el nicho donde reposaban sus restos al actual panteón del cementerio de Santa Catalina realizado y diseñado por el arquitecto municipal Francisco Javier Arnaiz.

BIBLIOGRAFÍA

- SÁNCHEZ MONTOYA, FRANCISCO: “Sánchez-Prado. Médico, diputado y alcalde de Ceuta durante la II República española”, editorial Nativola.

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