El estado de alarma ha quebrado las rutinas de la vida ciudadana pero también las de la actividad política, económica y social de la ciudad

La memoria desarbolada por el confinamiento

El largo confinamiento obligado por la emergencia sanitaria que sufre España ha sepultado en el olvido la rutina de la vida política, económica y social de la ciudad. 

El Paseo del Revellín despoblado en una instantánea tomada esta semana (C.A.)
photo_camera El Paseo del Revellín despoblado en una instantánea tomada esta semana (C.A.)

Marya Diane no podía imaginar que aquel 1 de enero que eligió para nacer en el Hospital Universitario inauguraba un año infausto.  La de la primera criatura nacida en Ceuta en 2020 es una de las muchas noticias que permanecen sepultadas en la memoria de los ceutíes, arrasado su recuerdo por la vorágine de acontecimientos que se han venido sucediendo desde que el 14 de marzo pasado el Gobierno de España decretara el estado de alarma.

Pero antes del coronavirus existió una rutina que ahora, tras 20 días de confinamiento, se antoja extraña.

Ahora que los colegios están cerrados, cuesta recordar el día en el que se reveló que la tasa de fracaso escolar en la ciudad se sitúa en un 24,7%. La cumbre protagonizada por los gobiernos de Ceuta, Melilla, Baleares y Canaria para exigir al Estado mayores facilidades en las conexiones de los territorios extrapeninsulares con el resto del país suena extraña en una ciudad cercada por tierra, mar y aire. Las elevadas tasas de paro, que en enero marcaban índices no muy diferentes a los registrados un año antes, se observan con otra luz después de que, debido a la paralización de la actividad, las empresas ceutíes hayan promovido expedientes de regulación de empleo que afectarán a más de 2.500 trabajadores.

El 17 de enero, el presidente de la Ciudad, Juan Vivas, alertaba de la situación económica a la que la nueva política comercial económica de Marruecos abocaba a Ceuta. Vivas sumaba la decisión de Rabat de cerrar la frontera a las mercancías procedentes de la ciudad a la situación de los menores marroquíes no acompañados para concluir que la coyuntura de Ceuta bien podía definirse como “una emergencia nacional”. El avance de la pandemia de coronavirus, que ha dejado hasta la fecha cerca de 11.000 muertos, hace que aquella apreciación del presidente de la Ciudad sea vista hoy como una atrevida frivolidad. Si aquello era una emergencia nacional, ¿cómo definir esto?

Las esperas de hasta siete horas en la explanada de estacionamiento de vehículos de Loma Colmenar para acceder a Marruecos contrastan con los paisajes desérticos en el entorno de El Tarajal forzados por el cierre de la frontera.

La primera noticia que debió alertar de lo que se avecinaba la protagonizó un concienciado comerciante chino que anunció su intención de guardar cuarentena voluntariamente tras regresar de un viaje a su país, inmerso entonces en lo más crudo de la epidemia.

La conmoción política vivida a comienzos de año con el acuerdo alcanzado entre PP y Vox para sostener el Gobierno de Juan Vivas ha quedado olvidada por el largo confinamiento. El partido de extrema derecha obtenía una nueva situación de poder y privilegio aprovechando el desistimiento del PSOE, primer socio de los populares, elegido inmediatamente después de las elecciones. Aunque la fuga de dos de sus diputados en la Asamblea pareció ensombrecer el panorama de los de Abascal, el estatus de Vox frente al PP no varió.

Sin embargo, las acusaciones de racismo e islamofobia que cayeron sobre Vox a raíz de unos comentarios incalificables atribuidos a sus dirigentes en WhatsApp acabarían animando una de las manifestaciones más multitudinarias de la historia de la ciudad. 6.000 personas atravesaron las calles de Ceuta desde El Príncipe hasta las puertas del Ayuntamiento para reivindicar la convivencia y execrar la intolerancia.

Hoy, ante una Gran Vía absolutamente despoblada, la imagen de miles de personas avanzando hacia la Plaza de África se antoja casi imposible.