David Muñoz Arbona: «Papá, espero no haberte decepcionado»

El senador Muñoz Arbona ha querido agradecer las muestras de cariño tras el fallecimiento de su padre. Lo ha hecho a través de sus redes sociales. «Mi padre nos enseñó a decir gracias»

Juan Luis Muñoz Cervantes, con su hijo David
photo_camera Juan Luis Muñoz Cervantes, con su hijo David (Cedida)

Gracias, gracias infinitas son las que os damos mi desconsolada madre, mis queridos hermanos y el resto de mi familia: sus hermanos, sobrinos, cuñados, yerno, nuera… y amigos, por las numerosas muestras de cariño que hemos recibido y seguimos recibiendo de todo un pueblo por la partida de mi querido padre, Juan Luis Muñoz Cervantes. Estamos desolados. Aprovecho este medio para expresar el enorme agradecimiento que queremos mostrar a todos y cada uno de los que que han sentido la partida de éste. Ciertamente deja un vacío y un desconsuelo enorme. Cientos de mensajes de cariño que nos llenan el alma a los que intento dar respuesta en estas frases.

Escribo estas palabras en representación de mi familia, soy el primogénito, y aun estando consternados y muy tristes, debía de dar este paso para agradecer las inmensas muestras de apoyo y bellas palabras de aliento de numerosas personas, instituciones, amigos, compañeros, alumnos, clientes de su despacho, vecinos de nuestra Ceuta, que nos inundan el corazón durante estos días y nos ayudan a sobrellevar este momento tan duro y doloroso. Ha pasado una semana desde que lo perdiésemos. Todo ha sido tan rápido y repentino que aún me cuesta asumir el sentido de orfandad. Mi padre, como son o deben ser los padres para los hijos, era un ser excepcional. Un gran ser humano que daba a hasta lo último de si para poder ayudar al prójimo, aunque no siempre fuera correspondido. Siempre tenía bonitas palabras para sus amigos y compañeros, amaba de una manera incondicional a su mujer e hijos, y su sentido del honor y de la caballerosidad, unidas a su calidez, inteligencia y cultura le convertían en un ser especial. Encerrado en ese gran cuerpo, y detrás de esa voz profunda, habitaba un gran ser humano con un corazón de oro aun cuando no todo iba bien. Es cierto que toda esta descripción se puede ver con el prisma de un hijo hacia un padre, y, por lo tanto, puede ser subjetiva, pero las grandes muestras de amor que estamos recibiendo, las bonitas palabras de mucha gente, y los artículos en su memoria que han escrito amigos, compañeros e incluso periodistas que le conocían, dan soporte a la breve descripción que he realizado de mi padre.

Desde sus amigos de la infancia en "las Balsas", sus compañeros y amigos de los Agustinos, “Los niños del Torreón” a los que tanto quería, sus compañeros y camaradas en su vida castrense hasta llegar a Comandante, sus alumnos de Derecho Mercantil y Civil del Centro Asociado de la UNED de Ceuta, de la que fue profesor durante 30 años y sus queridos compañeros del mundo de la abogacía, del Ilustre Colegio Oficial de Abogados de Ceuta, donde tantas alegrías y penas también compartía. También, a su querida Ceuta del alma y sus gentes. Gentes de diferentes credos, procedencias, ideas, pensamientos, regiones de España… nos han mostrado su pesar. Él jamás hizo distinciones. Su amigos y amigas, amigos y compañeros de sus hijos y de sus hermanos han estado de una manera u otra forma presentes en nuestro duelo.

Es bello agradecer, de ahí estas palabras. Mi padre nos enseñó a decir gracias. Nos enseñó tantas cosas en la vida a mí y a mis hermanos. Todo lo que somos se lo debemos a él y a mi querida madre. Mi madre, desconsolada. Su compañera desde que tenían 13 y 14 años respectivamente. Mamá tiene 69 y él tenía 70, 57 años juntos. Toda una vida.

Se fue un viernes de Dolores, el día que el Medinaceli se trasladaba desde su parroquia en el Barrio del Príncipe a su capilla del Cuartel de Automovilismo (anteriormente en el recinto sagrado del cuartel, desde hace unos años en su capilla externa) Esos mismos viernes en los que cocinaba “Sopa de Ajo” en el que durante muchos años fue su cuartel para todos aquellos cofrades, penitentes y amigos tras culminar el Encierro del Jesús Cautivo. Nos emocionamos cuando a través de la televisión vimos como el Sr. Obispo dedicaba unas palabras en su memoria antes de la misa, informado supongo de sus fieles amigos cofrades de dicha Hermandad.

Queremos agradecer de manera especial al personal sanitario de la UCI del Hospital de Ceuta, en la que estuvieron cuidando, velando y mimando hasta su último aliento. Como a su vez, a todos aquellos medios de comunicación que se hicieron eco de la noticia y la han tratado con cariño y respeto, como a los que desearon por estos dedicarles unas palabras escritas en su recuerdo.

Mi padre se fue entre muchas flores de allegados, instituciones, amigos. Estas flores que parecían llegar por primavera invadían de policromía ese espacio al que ninguno queremos enfrentarnos. Entre estas resaltaban dos rosas rojas que un florista de Ceuta le trajo emocionado y nos dijo: “Como estas dos rosas se llevaba tu padre todos los viernes para la flor de su vida, tu madre. Hoy se las traigo yo a él”

Mis últimas palabras cuando se lo llevaron al quirófano del que ya no volvió consciente, las últimas que escuchó fueron las de su hijo mayor. Ya a punto de salir de la habitación que se me presentaba como un inmenso túnel le grité: “Te quiero mucho Papá”, a lo que él me respondió, aun con la mascarilla de oxígeno que ya tenía puesta: “Y yo a ti hijo mío.”

Papá, espero no haberte decepcionado, espero que te sientas orgulloso de mí. Te amaré durante toda mi vida. Somos parte de ti, te llevamos en nuestros genes, pensamientos y corazones, eres inmortal papá. Te prometo que cuidaré de mamá y de mis hermanos por siempre.

Gracias a todo un pueblo, a todos y cada uno de vosotros por el cariño trasmitido por la despedida de mi querido padre, de un hombre bueno. Mi madre y hermanos os estaremos eternamente agradecidos.