Opinión

Las cuchillas cortan

Las cuchillas que coronan las vallas fronterizas de Ceuta están ahí desde hace mucho. La proximidad de la campaña electoral las ha desempolvado para reproducir el debate, ya olvidado en el foro político, sobre la conveniencia de su uso. Entre quienes reclaman su retirada se advierten no pocas dosis de cinismo. Un cinismo no menor al que exhiben los entusiastas de las concertinas.

Las cuchillas que coronan las vallas fronterizas de Ceuta están ahí desde hace mucho. La proximidad de la campaña electoral las ha desempolvado para reproducir el debate, ya olvidado en el foro político, sobre la conveniencia de su uso. Entre quienes reclaman su retirada se advierten no pocas dosis de cinismo. Un cinismo no menor al que exhiben los entusiastas de las concertinas.

La propuesta del PSOE de eliminar las cuchillas nace lastrada por un déficit moral. Si alguien considera que el uso de esas afiladas espirales que serpentean sobre la valla resulta inadmisible e insoportable para un espíritu medianamente decente, debería, consecuentemente, censurar con rigor a aquél que decidió instalarlas. Los socialistas no lo han hecho, probablemente porque fue un gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero el que adoptó la resolución de usarlas como medio disuasorio en las fronteras. Sólo una crítica severa a aquella decisión, señalando a sus responsables y desautorizando sus motivaciones, haría de la propuesta de Pedro Sánchez una iniciativa moral y creíble.

Lo del Partido Popular merece una reflexión separada. Los populares se apoyan, precisamente, en que fueron los propios socialistas los que colocaron las cuchillas en la valla. Lo cual podrá ser un argumento que ni pintiparado para la controversia electoral, pero, intelectualmente, no parece una razón de peso para negar la inhumanidad inherente a la decisión de oponer al paso de seres humanos instrumentos ideados para infligir daños físicos.

Más allá, los dirigentes del PP, en el partido y las instituciones, han esgrimido en su encendida defensa de las concertinas argumentos cuando menos estrafalarios. Algunos han llegado a asegurar que las concertinas no fueron concebidas para causar heridas sino que, a lo que parece, se utilizan para preservar la integridad física de los inmigrantes (sic). Otros auguran extraordinarias calamidades que caerán sobre la sociedad ceutí si alguien decide, al fin, retirar las cuchillas de su actual ubicación.

Si, renunciando a contar los días que restan hasta el 20 de diciembre, nos detuviéramos un momento y advirtiéramos que las concertinas sobre la valla no son sino una metáfora del modo en el que nuestra sociedad aborda el fenómeno migratorio, de la manera en cómo tratamos al otro, quizás nos fuera dado adoptar otra perspectiva. Y entonces nos daríamos cuenta de que las cuchillas realmente cortan.