Opinión

Cumbre

Los presidentes de las ciudades de Ceuta y Melilla han acordado una estrategia para plantear conjuntamente sus reivindicaciones comunes al Estado. El encuentro ha servido para trazar las líneas generales de esta “ofensiva” y, al tiempo, para ofrecer una imagen de laboriosidad de los parlamentarios populares, ahora que las elecciones se barruntan tan cercanas.

Los presidentes de las ciudades de Ceuta y Melilla han acordado una estrategia para plantear conjuntamente sus reivindicaciones comunes al Estado. El encuentro ha servido para trazar las líneas generales de esta “ofensiva” y, al tiempo, para ofrecer una imagen de laboriosidad de los parlamentarios populares, ahora que las elecciones se barruntan tan cercanas.

El resultado de la reunión, definido por sus protagonistas, supone una reedición del memorial de agravios que ambas ciudades mantienen abierto desde hace décadas ante las autoridades nacionales: el transporte, las compensaciones por residencia, el potencial desarrollo de los respectivos estatutos de autonomía y, como reciente incorporación, la consolidación de ayudas estatales que actualmente quedan al albur de la voluntad del Gobierno central de turno.

La relación de las demandas se ha planteado de modo impecable. Éstas son cosas que Ceuta y Melilla precisan, y nadie puede objetar sensatamente nada en contra.

La foto de Vivas e Imbroda encabezando las respectivas delegaciones sentados a ambos lados de una mesa de aspecto ministerial confiere una solemnidad que, reflejada en los papeles, no deja de conceder prestigio a los protagonistas, un atributo tan necesario en los tiempos políticos que corren.

A partir de aquí todo queda fiado a la esperanza de que la reivindicación tome cuerpo y se traduzca en acciones reales y concretas. ¿Están dispuestos los gobiernos ceutí y melillense a plantar cara al Gobierno del PP? Los halagos a Mariano Rajoy que trufaron la intervención del presidente Vivas este jueves en Málaga no resultan indicativos de una actitud precisamente combativa.

Quizás, Vivas e Imbroda adquieran ese espíritu combativo del que hablamos en el caso de que el futuro Gobierno de España no esté presidido por un militante del PP.