Opinión

Tras el debate

Los debates electorales son un ejercicio saludablemente democrático, sobre todo en un país donde, hasta no hace mucho, su organización encontraba toda suerte de resistencias entre los partidos políticos. Ceuta ha estrenado en esta campaña su propio debate. Una vez celebrado, las sensaciones son contradictorias.

Los debates electorales son un ejercicio saludablemente democrático, sobre todo en un país donde, hasta no hace mucho, su organización encontraba toda suerte de resistencias entre los partidos políticos. Ceuta ha estrenado en esta campaña su propio debate. Una vez celebrado, las sensaciones son contradictorias.

La imagen de los cuatro candidatos al Congreso reunidos en un mismo escenario resulta en sí misma reconfortante, introduce un aire de normalidad que está ausente en la mayoría de los ámbitos de la práctica política. Por este lado, la experiencia no ha podido ser más satisfactoria.

También cabe resaltar la desenvoltura con la que la mayoría de los candidatos se ha conducido durante la hora escasa de debate, una pericia de la que en algunos casos podía dudarse antes del inicio de las intervenciones.

Pese a estas consideraciones, el resultado final puede juzgarse de anodino. Las escasas referencias a los problemas específicos de Ceuta, la reiteración de discursos ya oídos a los respectivos líderes nacionales o la insistencia en el tacticismo han desmerecido la cita. El debate constituía una inmejorable oportunidad para confrontar, realmente, las ideas de cada cual acerca de lo que Ceuta es y ha de aspirar a ser. Al fin y al cabo, todos ellos buscan convertirse en el diputado al Congreso por esta circunscripción.