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Derechos

La muerte de una porteadora en el lado marroquí de la frontera no parece haber alterado en lo más mínimo a las autoridades. Que la tragedia se haya producido en un país extranjero no debería de ser una excusa. Podría haber sucedido también aquí.

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photo_camera Paso fronterizo de El Tarajal II/ C.A.

La muerte de una porteadora en el lado marroquí de la frontera no parece haber alterado en lo más mínimo a las autoridades. Que la tragedia se haya producido en un país extranjero no debería de ser una excusa. Podría haber sucedido también aquí.

Suad el Jatib tenía poco más de 20 años. Había decidido que el trasiego de mercancías de uno a otro lado de la frontera podría reportarle los medios que precisaba para mantener a su familia. Suad practicaba una economía de subsistencia, estaba condenada a ella.

La incapacidad de las autoridades españolas y marroquíes para dar solución a un problema que es fundamentalmente humano ha de ser subrayada. Las víctimas de esta ineptitud son los miles de trabajadores que transitan por la frontera a diario.

Los responsables de esta realidad vergonzante muestran una actitud claudicante que, sin embargo, se torna en iracunda indignación cuando alguien señala que en la frontera sur de Europa se están conculcando los derechos humanos. Y eso, le pese a quien le pese, está sucediendo.