Opinión

Desigualdad

Ceuta avanza en su desigualdad. Los profesores Rontomé y Cantón son los autores de un estudio que incide en una realidad ya revelada anteriormente pero nunca suficientemente atendida: la ciudad avanza hacia la división en dos grandes grupos de población equivalentes en tamaño y configurados con arreglo a sus condiciones de vida. Esto es, la sociedad ceutí se escinde al 50 por ciento entre pobres y no pobres.

Ceuta avanza en su desigualdad. Los profesores Rontomé y Cantón son los autores de un estudio que incide en una realidad ya revelada anteriormente pero nunca suficientemente atendida: la ciudad avanza hacia la división en dos grandes grupos de población equivalentes en tamaño y configurados con arreglo a sus condiciones de vida. Esto es, la sociedad ceutí se escinde al 50 por ciento entre pobres y no pobres.

El trabajo de los investigadores ceutíes alerta de cómo barriadas que mantenían un estatus medio entre el centro urbano acomodado y la empobrecida periferia han comenzado a sucumbir a la precariedad. Hadú es un ejemplo de ello.

Rontomé y Cantón son autores de distintos trabajos que desde hace años vienen ofreciendo un diagnóstico sobre la deriva socioeconómica de la ciudad que debería tomarse como una llamada a la reflexión. Pero no son los únicos. Cualquier estadística o estudio de ámbito nacional que considere parámetros definitorios de la salud de las sociedades sitúa a Ceuta entre los territorios españoles con peores resultados. Altos índices de fracaso escolar o sonrojantes tasas de desempleo son algunas de las galas con las que se viste una ciudad cuyo horizonte de futuro resulta incierto.

Ceuta sólo podrá ser viable como una sociedad justa y democrática si se derriban los muros que, en la práctica, impiden que todas las personas que viven en esta ciudad sean iguales en derechos y oportunidades. La inacción de las autoridades resulta tan incomprensible como suicida. Pero lo verdaderamente irritante es la manifiesta incapacidad que exhiben nuestros gobernantes para entender mínimamente la dimensión del problema al que nos enfrentamos.

La alusión a los hermosos parajes, la bonhomía de las gentes, la amabilidad de las tradiciones o la españolidad irredenta de nuestra modesta porción de solar patrio constituye una patética, ridícula e irresponsable manera de obviar lo urgente, lo fundamental, aquello de lo que debemos ocuparnos inmediatamente si queremos que la nuestra sea una sociedad pacífica y con porvenir.

Puede que todavía estemos a tiempo.