Opinión

El arte de desconcertar

La virtud de sembrar el desconcierto en el adversario es una de las galas que adornan a cualquier buen estratega. Quien aspira a tal condición debe ser taimado, indescifrable, subrepticio, insondable, astuto e impenetrable. Como el PSOE de Ceuta. 

La virtud de sembrar el desconcierto en el adversario es una de las galas que adornan a cualquier buen estratega. Quien aspira a tal condición debe ser taimado, indescifrable, subrepticio, insondable, astuto e impenetrable. Como el PSOE de Ceuta. Su decisión de incluir en su dirección a una persona que, elegido un día entre los vítores de los socialistas locales y desaparecido al siguiente de escena, ha resultado para muchos una argucia deslumbrante. El responsable de Sanidad de la nueva dirección, David García Muñiz, era proclamado el sábado. El domingo, anunciaba al partido su dimisión.

El PSOE, a fuerza de emplearse en los arteros usos de la más refinada política, ha inaugurado un ardid que asombraría al mismísimo Maquiavelo si hubiera resucitado sólo para asistir al congreso que los socialistas ceutíes celebraron este fin de semana. No sólo ha logrado desconcertar a los extraños sino que ha dejado papando moscas a los propios.

¿Qué estudiado fin persigue una maniobra de este carácter? ¿Qué nos revela de la perspicacia de la dirección del partido una celada como ésta de la que nos ha sido dado ser testigos? ¿Qué arcano esconde esta genial añagaza de promover a un cargo a quien, al poco, lo abandona sin tiempo de calentar la silla?

O los socialistas han abierto una nueva senda en la teoría y la práctica políticas o hay algo que no quieren explicar. Apostaríamos una edición encuadernada en rústica de “El Príncipe” a que se trata de esto último.